Fundación Universitaria Los Libertadores

Artículos

Proximidad. O la leve emulación de A sangre fría

My beautiful picture

Por: Paula Hernández
Programa de Comunicación Social – Periodismo
Taller de periodismo narrativo y literatura 
14 de abril de 1965

A quién pueda interesar

En unas cuantas horas me sacarán de estas celdas, sí, en plural, porque no solo es una física, también hay una intangible, la de mis pensamientos. En otra situación debería celebrar este suceso, pero el motivo de mi partida no es nada grato, ya que hoy es mi ejecución, y como último recurso para dejar rastro de mi existencia escribo estas letras. 

Habrá usted inferido que soy un presidiario condenado a pena de muerte, bueno, si no fue así, ya lo sabe, y, por lo tanto, podrá entender el resto de mi historia. Hace algo más de cinco años, en compañía de otro hombre, asesiné a cuatro integrantes de una familia en Holcomb, una pequeña ciudad de tierras llanas, rebaños, casas de una sola planta y pocos habitantes, ubicada en Kansas. Cabe aclarar que mi objetivo no era ese, todo fue un error de cálculo. Pues verá, había llegado a nosotros murmullos de que en la granja de los Clutter existía una caja fuerte que en su interior albergaba una gran cantidad de dinero. Por este motivo, mi compañero y yo deseosos de tener en nuestras manos tal riqueza, decidimos entrar una noche a hurtadillas a la casa, para escarbar todos los rincones hasta encontrar el jugoso motín. 

Hacía mucho frío en las calles, todo estaba en silencio, parecía que nada podía perturbar la calma. Irrumpimos en aquella morada sin titubear, todo pasó demasiado rápido, recuerdo que los atamos y amordazamos a los cuatro, e impacientes, levantamos, corrimos y tiramos todo en la casa para encontrar la caja fuerte, pero esta no aparecía. Transcurrían los minutos y el desespero nos abrumaba, ¿Todo ese trabajo para nada?  Me enfurecí, fui al sótano, tomé del cabello a aquel hombre. Tenía el rostro lleno de sudor, los ojos vidriosos, y aunque no podía hablar, con su boca intentaba lanzar alaridos, pero eso no me detuvo.  Tomé el cuchillo, y lo coloqué a un lado de su cuello, lo fui deslizando con fuerza hasta el otro lado. Sentí el desmembramiento leve de su cabeza y la sangre caliente que bajaba como un caudal sobre mi brazo. Fue un momento inexplicable, sabe, experimenté un placer que era superior a mi raciocinio, y que me impulsaba a seguir. Así que dejé el cuerpo, saqué un arma que llevaba en mis pantalones y le disparé. Los siguientes asesinatos me extasiaron más, pues me dirigí al lugar donde estaba cada miembro de la familia, los mire a cada uno en su tormento, me mofe de ellos y les di un tiro en la cabeza.

Salimos con sigilo de la casa, y mientras buscábamos donde escondernos, le pregunté a mi compañero que habíamos hallado. Me pasó 50 dólares y un radio de transistores. Los días posteriores al asesinato, conocí a las víctimas. Se preguntará usted a qué me refiero, bueno, por todos lados se empezó a divulgar la misteriosa historia de un crimen atroz que tenía aterrados a los habitantes de una ciudad. Me intrigaba lo que se hablaba, entonces empecé a leer los periódicos, descubrí que el hombre del sótano era Herbert, el padre de la familia. Un tipo de 48 años, el más conocido de la ciudad, al cual describieron como agradable y trabajador, me hubiera agradado conocerlo. Estaba casado con Bonnie, con quién tuvo cuatro hijos. Esta mujer parecía estar enferma, además hace algunos años iba al psiquiatra. Por otro lado, los dos hijos que vivían con ellos eran Kenyon, un joven más alto que su padre, y Nancy, la consentida de todos. Era una familia común, unida y querida por la gente; quién iba a creer que una noche todos morirían a manos de un hombre como yo. 

Es algo impresionante ¿no? Así lo cree mi amigo Truman. Es un hombre increíble, me entiende como nadie lo ha hecho. Es más, a veces cuando lo medito, siento que convergemos, que nuestros mundos no son tan distantes, y ambos estamos presos, prontos a morir. Pero solo es una suposición mía, quizá él no sea mi amigo, ni tengamos nada en común. Sin embargo, él viene a verme en ocasiones, hablamos por un rato y luego se marcha.

Pero no le contaré más, seguro leerá mi historia después, ya que Truman, ha escuchado atentamente todo lo sucedido, porque se lo he contado. Además, él ha investigado más, y le otorgará detalles, si usted los desea. Por ahora, esperaré a que vengan por mí. ¿Ha pensado usted en el día de su muerte? Se imagina si todos supieran el momento y la forma exacta de su deceso, ¿Qué sucedería? Solo pienso en esa familia, y en qué iré a sentir. Lo imagino, me temblarán las piernas, un sudor frío recorrerá mi piel, cada paso me pesará, percibiré como se me va la vida, o lo que queda de ella. 

Siempre observaba desde las rejillas como llevaban a otros hombres, veía como los ataban, les colocaban la cuerda, luego una capucha sobre el rostro y los soltaban al vacío. ¿Será breve la llegada de la muerte? ¿La presión en mi cuello, mis venas brotadas, mi cara roja, todo pasará en segundos? Disculpe, no quiero que se agobie leyendo esto, ni que se compadezca, he matado a cuatro inocentes. Debo despedirme ahora. Quisiera seguir escribiendo, pero no es posible, escucho los pasos de los guardas, ya vienen por mí.                          

My beautiful picture

Atte:  Perry Smith

Click to comment

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Facultad Ciencias de la Comunicación | Fundación Universitaria Los Libertadores | Vigilada Mineducación | Copyright © 2021 | Todos los derechos reservados

Connect