Fundación Universitaria Los Libertadores

Crónica

Cementerio Central: La necrópolis de las memorias de una nación

Entrada del Cementerio Central en Bogotá donde Monumento Nacional de Colombia. Fotografía tomada Alcadía de Bogotá: http://www.cementeriosdeldistrito.com/central.html.

1836, una fecha que muy pocos conocen y que contribuye paradójicamente a la historia de un país, con sus difuntos huéspedes del Cementerio Central en la ciudad de Bogotá, habitan en medio de una sociedad afanada y la ausencia de muchos de los frondosos y resistentes árboles que habitaban allí, y que al ser talados se llevaron consigo el soporte de distintas tumbas, cayendo estas mismas en una lóbrega soledad irreparable.  

Redactado por: Oriana Hannah Niño Gómez 

                          Mónica Paulina Usma Díaz 

                          Nicole Garzón Castro 

Es un lugar de memoria histórica, donde el llanto, los lamentos, las canciones y promesas reposan marcadas por la muerte y la soledad del olvido, que nació en medio de la controversia en el año 1832, época en la cual era inadmisible enterrar a sus difuntos fuera de iglesias o conventos, así que se desterró a las afueras, inaugurándose en el año 1836 como el primer cementerio católico de Bogotá, sus muros son testigos de los hechos trascendentes en la ciudad donde, en su interior resguarda diversos relatos que constituyen la historia, custodiados por la vegetación y las esculturas.  

En aquel año, bajo el gobierno de Francisco de Paula Santander, Pío Domínguez y Nicolás León construyeron esta obra que rompió toda idea cuadriculada que por ese entonces merodeaba en el pensamiento infraestructural de los capitalinos. El primer cimiento dio paso a un recorrido de historias que se contarían bajo cinco espacios principales, cuatro de ellos en el trapecio, el cual rodea la elipse, donde reposan figuras célebres. Allí, en el corazón del cementerio, ambas forjan una imagen digna de admirar desde los cielos y la tierra, por eso, en el año 1984 fue declarado como un bien de interés cultural y del ámbito nacional. 

En la localidad de los Mártires unas sencillas rejas de color negro figuran como preámbulo ante la inminente presencia del guardián de la elipse, Cronos, dios del tiempo según la mitología griega, quien espera con suma paciencia la llegada de nuevos huéspedes, desde lo alto de un portón de marfil. Allí personas de gran importancia han cruzado el umbral y sus restos reposan a la par de los símbolos de la capilla.  

En la carrera diecinueve con calle veintiséis, una modesta reja se abre ante su público en medio de fugaces alaridos y ofertas, en la soledad se percibe el paso del tiempo, la misma cuadra que tiempo atrás gozaba de multitudes y prósperos comercios. Dos pequeños locales venden delicadas flores, los vendedores son escasos y junto a un guarda de seguridad con una gran sonrisa brindan la bienvenida a sus visitantes. La puerta es angosta, aún más un domingo o el lunes de benditas ánimas, se debe esperar el turno para entrar y salir. Al ingresar, el lugar parece desolado, a la izquierda una oficina vacía, a la derecha osarios adornados por los residuos del paso del tiempo, aquellos que deambulan por su suelo colmado de ladrillos grisáceos, aquel que a tan solo unos metros se mezcla con un tono rojizo que indica el camino a seguir entre bóvedas y osarios. 

Una historia entre mausoleos 

Los murmullos son ciertos, el cementerio es una ciudad, dentro de otra ciudad. El lugar tiene vías para transitar, mausoleos que figuran como viviendas para las familias más adineradas de los últimos dos siglos y calles para que cada curioso visitante pueda caminar entre nostálgicas tumbas. Estos son antiguos y ostentosos, la gran mayoría cuenta con un altar para orar por sus difuntos, adornado con retratos familiares, algunos vitrales y otros hacen referencia a templos griegos. A la fecha muchos se encuentran en completo abandono, la maleza toma su espacio y dentro de ellos crece la naturaleza o en el peor de los casos se han convertido en una tétrica habitación para baldes, escobas y materiales de construcción, por desgracia, las grietas se deslizan por los históricos mausoleos, algunas afectan el mismísimo corazón de estas construcciones, mereciendo así una funesta lona de color blanca o azul que restringe por completo su paso e incluso obstruye la vista. Los cimientos que mantienen en pie aquellas curiosas viviendas son unos barrotes gastados en los puntos de apoyo. 

Bajo las nubes, nombres reconocidos en el país resaltan entre las penumbras. Bavaria es uno de ellos, la empresa nacional mantiene un mausoleo para los empleados y sindicato de su empresa, al igual que una tumba para el alemán Leo Siegfried Koop su fundador, quien falleció en 1927 y ahora radicado en las instalaciones del antiguo cementerio es motivo de esperanza para las personas que suelen acercarse a su estatua dorada, hablándole al oído para solicitarle favores, incluso milagros en su mayoría económicos y laborales.  

Los relatos que aquí yacen son incontables, van desde asociaciones de plateros, industrias como Asotrans gaseosas, bancos, policías, sacerdotes, religiosas, hasta expresidentes y artistas. Alfonso López Michelsen, quien gobernó el país entre 1974 y 1978 se encuentra radicado entre las piedras del cementerio, en un sendero honorífico ubicado frente a la antigua capilla. Sus padres también lo acompañan en el eterno descanso a tan solo unos metros de distancia. 

Los muros resquebrajados de color marfil y terracota, alejan al cementerio de aquellos ruidos nefastos de la carretera, de cierta manera parece que el cementerio fuese un lugar apartado de la concurrida y caótica capital, aunque el duelo lo acompaña la música y las oraciones, los suspiros son extensos y se pierden en el gélido ambiente. Muchas personas recurren a aquel paraje para visitar a sus seres queridos que ya han abandonado la vida terrenal, pero otros van allí con la curiosa intención de conocer la historia de la ciudad e incluso del país. 

Mientras las tumbas se mantienen expectantes ante el paso de los siglos, el verde del pasto crece deliberadamente, ocultando las lápidas, ocultando los nombres que han perdido el color y hoy solo queda la sombra de sus letras, que dan identidad y en algunos casos prestigio a sus dueños o un adiós que perdure más allá de la eternidad. El cambio ha sido inminente, en aquella época en la que los árboles reinaban en el lugar y sus raíces tenían gran libertad, muchas lápidas y mausoleos se vieron afectados por la misma naturaleza, la cual fue talada buscando así preservar la integridad de las estructuras, solo que al final aquellas raíces no solo eran las de los árboles, sino también eran soportes para mausoleos, estatuas y tumbas que quedaron desprotegidas ante el tiempo…  

José Asunción Silva, el poeta del modernismo colombiano 

José Asunción, aquel poeta que desde corta edad estuvo sumergido en el mundo literario por la influencia de su familia en ello, dio una historia más que contar después de su muerte, pues este escritor que abrió paso al modernismo no fue olvidado, no únicamente por su recorrido en el mundo de las rimas condimentadas de metáforas armoniosas, sino también por la manera en que el fallecimiento de este gran exponente ocurrió. 

Con treinta años, el hombre que inspiró magia con sus poemas se suicidó, en una mañana en la que quizá muchas de las palabras que algún día redactó nublaron su mente. Silva sujetó aquel revólver Smith & Wesson, que gracias a su tamaño se ajustaba perfectamente a su mano, con la que de una manera inexplicable disparó instantáneamente a su corazón, dejando un gran legado a todo el país, y rechazo por parte de la iglesia católica para sepultarlo en un cementerio de esa religión. 

“Una persona que se suicida, o es asesino y demás, no puede estar en tierra santa, porque esto es un pecado fatal y gravísimo, el atentar con el principio más puro de Dios que es el crear” afirmó Jonathan Lesmes, guía profesional del Cementerio Central, refiriéndose a la causa por la que el cadáver de Silva debió esperar largos años para poder ser sepultado en el sarcófago, donde ahora su cuerpo descansa, junto a su hermana Elvira Silva, inspiración para algunos de sus escritos, en aquella necrópolis en la que Lesmes trabaja.  

NOCTURNO 

Oh dulce niña pálida, que como un montón de oro 

de tu inocencia cándida conservas el tesoro; 

a quien los más audaces, en locos devaneos 

jamás se han acercado con carnales deseos; 

tú, que adivinar dejas inocencias extrañas 

en tus ojos velados por sedosas pestañas, 

y en cuyos dulces labios abiertos sólo al rezo 

jamás se habrá posado ni la sombra de un beso… 

Existiendo diversas versiones acerca de la forma en la que Asunción llegó al reino de los sepulcros, Jonathan se guía por una de las más convincentes que dio paso a que el poeta llegase al camposanto aproximadamente 40 años después de su muerte, “Una de las técnicas era la de deformar los rostros y los cráneos de los muertos, porque se decía en ciertas épocas, que así era más difícil que el cielo reconociera estos personajes y a José Asunción Silva, cuando se le autoriza a sus restos llegar al cementerio, le deforman el rostro con cal”, el guía acentúa en esta última palabra y explica que de esa manera podría no ser reconocido como una persona suicida, para no ser castigado. Se dice que a los pecadores se les solía lanzar sus cuerpos en fosas comunes, por suerte para Jose Asunción Silva, no fue el caso. 

Las hermanas Bodmer, las niñas que reciben bombones en el cementerio 

La estatua aurífera y adornada ocasionalmente por rosas de dos niñas mirándose con profunda inocencia una a la otra, se encuentra ubicada en el Cementerio Central, llamando la atención de cuantos visitantes pueda.  

Visitadas por diversas personas y padres de niños con enfermedades terminales, las hermanas que dan esperanza y esconden incógnitas acerca de su fallecimiento, reciben obsequios como dulces, muñecos, diminutos bombones y colombinas, ya que como lo plantea Jonathan Lesmes “esta es la forma puntual para suplicar una petición a estas chicas”. 

Según lo que se ha ido contando a lo largo de los años, las infantas Elvira y Victoria, quien por un año era la menor, generaron gran impacto, debido a que ambas fallecieron en 1903 con un día de diferencia, no obstante, se registran distintas teorías acerca de su fin en un mundo regido por los vivos, entre ellas, que murieron en medio de un incendio en su propio hogar. Otra hipótesis y quizá la más acertada cuenta que fue a causa de una enfermedad terminal llamada “Sangre azul”, caracterizada por limitar la oxigenación en la sangre, hecho que posibilita a los labios y a los dedos de las manos y los pies tornarse de un color azul, casi tan similar como el que ilustra al dolor. 

A pesar de la confusión existente sobre cómo murieron estas dos niñas, nunca falta quien las frecuente, pidiendo con devoción la pureza de dos seres de luz.  

La esencia del cementerio, sus mitos, ritos y leyendas 

El Cementerio Central lugar de leyendas, historias y relatos de los difuntos huéspedes que habitan allí. Fotografía tomada: Infobae: https://www.infobae.com/america/colombia/2022/10/12/regresan-los-recorridos-historicos-en-el-cementerio-central-de-bogota/

Los mitos y leyendas conforman una fracción históricamente reconocida para la nación, dándole relevancia al cementerio, es por eso que Jonathan menciona algunas de ellas: “Las historias más bellas y poéticas se encuentran en la elipse”, pero aclara que lo de afuera también es de gran interés, “puede verse una gran cantidad de mensajes, personas deseando a otras con textos como; cásate conmigo y también las costumbres de las personas veteranas”, son detalles representativos del hogar de aquellos que ya fallecieron, un gran legado de tradiciones y ritos hacen parte sobre todo de la zona de las ánimas, donde por ejemplo, los días lunes los creyentes realizan peticiones a las almas que ahí se encuentran, con tal devoción, que en el brillo de sus ojos se percibe todo tipo de deseos provenientes de su corazón.  

En una esquina vacía, donde las tumbas son objetos ausentes y el muro es sombrío en su totalidad, consecuencia de las velas que diariamente se encienden con gran devoción. Es para Jonathan y los turistas una escena chocante y fuerte, donde se puede contemplar la vela blanca, el vasito con agua, pero también se puede visualizar ese lado incierto, oscuro y fúnebre que ambienta el lugar y por el cual es famoso, muñecos representando la brujería y santería que hay en la ciudad, muchos de esos contienen mensajes amorosos para hacer los famosos amarres. 

Todo esto sirve para recordar que este, no es solo un país con influencias católicas cristianas españolas, sino también tiene ese quimérico universo… místico y mágico de las culturas africanas, donde se ven tanto los rosarios como los muñecos con fotografías. Lo más curioso, es que no solo los bogotanos practican estas actividades que para muchos se salen de lo perpendicular, puesto que cuantiosos extranjeros vienen de lejanas tierras para colocar sus peticiones en la oscura y críptica pared de las ánimas. 

El caracol, a diferencia del paredón negro, es un área solitaria, en vista de que el ingreso a estas orbiculares escaleras está prohibido. Llevan directo a las catatumbas que se conectaban tradicionalmente con las iglesias, al ser un lugar subterráneo, ciertos grupos utilizaban el sitio para hacer rituales, debido a que, al estar más cerca de la tierra, se situaba más cerca a los muertos, utilizando así esa energía para llevar a cabo la brujería. Actualmente, corren de voz a voz muchos mitos urbanos sobre este lugar, donde se cree que se hacían sacrificios de seres humanos. 

Los mitos y leyendas junto con los ritos hacen parte de la esencia del cementerio, aporta a su historia y su fama, por eso este lugar es concurrido, no solo por las personas espirituales y creyentes que van con un propósito, sino también por turistas interesados en todas estas fantásticas e inimaginables historias que llevan a algunos como Jonathan Lesmes a cuestionarse “¿cómo un espacio que está dedicado a la muerte trae tanta vida?”. 

Click to comment

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Facultad Ciencias de la Comunicación | Fundación Universitaria Los Libertadores | Vigilada Mineducación | Copyright © 2021 | Todos los derechos reservados

Connect