Jhormary Rojas: Taekwondo, superación y disciplina

Por Benjamín Uribe Gómez – Estudiante Asignatura Periodismo Deportivo

Una sonrisa nerviosa se insinuó en la cara de Jhormary Rojas, contenta ante la posibilidad de dar a conocer sus logros y hablar acerca de su vida. No importó que fuera su cumpleaños, un martes, muy de madrugada, porque dedicarse a sus «entrenos» es lo que le ha dado confianza para construir el palmarés que tiene actualmente. Medallas que relucen, tanto para exhibirlas con orgullo, como para simbolizar el sinsabor de lo que pasa en Colombia, pues de las seis que ha obtenido, solamente ha recibido el reconocimiento formal de dos de ellas, por parte del Ministerio del Deporte, y está a la espera de que le sean reconocidas las otras cuatro. Los medios de comunicación sólo celebran títulos en sus informaciones, pero han dejado en el olvido historias como la de Jhormary.

Proveniente de una familia pequeña y luchadora, Jhormary es la hermana mayor entre mellizos, algo que logró por cinco minutos de diferencia, porque Jeferson nació después de ella y siempre apoya sus sueños deportivos. La señora Irma Córdoba, es la madre, entrenadora y eterna compañía de Jhormary, a quién desde el amanecer entrena y ayuda a perfeccionar en sus poomsaes (formas de combate). En la actualidad, nuestra campeona tiene 42 años, y mientras hablamos, recuerda todo lo que han pasado como familia: los terribles diagnósticos médicos que le han dado toda la vida, pero que hasta ahora no se han cumplido; también aquellos maestros que la inspiraron, que viven en su memoria, todavía la entristece el fallecimiento de Juan Diego Borrero, su mentor, por quien la admiración y el agradecimiento ante los aprendizajes logrados, resultan innegables. La rutina de entrenamiento de Jhormary es prueba de ello y no la deja mentir: preparación física cada mañana, poomsaes tarde y noche, guiada por Irma; natación dos veces a la semana, así como aeróbicos y danza, que también alterna en dos ocasiones semanales.

Una transformación imparable

La historia deportiva de Jhormary Rojas comenzó cuando tenía 23 años. Por una casualidad familiar, se integró al taekwondo. Estricta en su régimen y analítica en la práctica, empezó a destacar. Notar avances en su proceso cognitivo, solo ocho días después de haber iniciado los entrenamientos, fue algo que habló por sí solo, dado que ni siquiera las nueve sesiones semanales de terapia que recibía, lograron avances tan significativos en su día a día.

Logros alrededor del mundo, admiración internacional por Jhormary Rojas. Fotografía: Valentina Caipe.

El síndrome de Turner, una condición que padece sólo el 1% de cada 2500 mujeres, ha enfrentado a Jhormary con diferentes diagnósticos y situaciones. Solo la osteoporosis y la epilepsia se desarrollaron de manera física en ella. La toma de medicamentos, eso sí, es constante y, con el paso de los años, nuevos retos que ponen en guardia su salud, se han presentado en su vida, como la aparición de un nódulo en la tiroides y de un tumor cerebral. Como si fuera poco, malos procedimientos médicos han estado a punto de dejarla fuera de competencia, poniéndola en riesgo de perder uno de sus ojos o exponiéndola a quemaduras internas en el rostro. Aún así, el deporte le ha salvado la vida, dándole desde el primer momento, 19 años atrás, motivación y retos para continuar, incluso cuando todo ha parecido perdido: «aún falta mucho por conseguir, mucho por demostrar», dice Jhormary con optimismo.

Tiempo atrás, cuando logró convertirse en cinturón negro, recibió de manos de Chungown Choue, el presidente de la Federación Mundial de Taekwondo, su cinturón. Fuera de Colombia, ella es una estrella del más alto calibre paralímpico, tanto para los medios de comunicación, como para los atletas y para atletas más importantes de la disciplina; invitada constante a nivel internacional, tanto para dar clases desde su experticia, como para competir. Jhormary destaca naciones como México y Austria, donde existe un alto nivel del arte marcial coreano, si bien esboza una sonrisa y afirma: “Pero no son mejores que yo”.

En este punto, es necesario mencionar de nuevo a Irma Córdoba, madre y entrenadora de Jhormary, que vive todo este proceso con una dedicación única, sacrificando horas de sueño, entregada siempre a la oración y que, durante toda esta experiencia, también se convirtió en cinturón negro III Dan. Atleta en su juventud, ella vio su sueño apagado por diferentes circunstancias de la vida, más no dejó que lo mismo pasara en este caso. Al principio, enfocaba como algo terapéutico la vinculación de su hija al taekwondo, pero comenzó a notar su progreso y, paso a paso, con una ética de entrenamiento intachable, lentamente se fueron dando los resultados para, a este punto y hora, tener en Jhormary Rojas a la única deportista de Para-taekwondo, en el mundo, que ha logrado seis oros mundiales, en la modalidad de poomsaes.

Muy clara en sus conceptos, Irma hace un paralelo sobre el trato que reciben los para deportistas en otros países, donde son respetados y destacados como merecen; mientras que, en Colombia, representan el olvido estatal. Por más que las cifras de inversión aumenten en papel, es algo que en la realidad se queda corto, pues una adición implica una diferencia que no se maneja de manera adecuada, entre los deportistas con alguna discapacidad física y los deportistas que presentan trastorno cognitivo.

El preparador físico actual de Jhormary, el venezolano Pablo Torres, la enfoca en elasticidad y equilibrio, concentrando sus esfuerzos en que pueda mejorar y progresar al respecto. Él destaca la pasión y la incansable disciplina con la que Jhormary ha logrado cada meta. «Tan marcadas son sus ganas de competir, que incluso es la primera en llegar a los estadio. Los nervios son cosa del pasado, cada que compite, ella se siente en su terreno y logra maravillar a los jueces, que toman atenta nota a cada movimiento», expresa Torres.

Es que Irma y Jhormary son una guerreras totales. En los Global Games de Brisbane, Australia, en el año 2019, partieron de Colombia con 400 dólares en el bolsillo, una cantidad ínfima para estar en Oceanía casi durante dos semanas. El primer vuelo, para un viaje intercontinental como ese, lo habían conseguido de forma casi milagrosa, con la ayuda de Jeferson, el hermano mellizo de nuestra parataekwondista. Durante la primera escala, mediante una rápida conexión a través del WiFi del aeropuerto, Irma recibió el increíble mensaje de que el vuelo hasta Australia ya era una realidad. «Son viajes para no olvidar, por la cantidad de ángeles que mueven este sueño», afirma Irma, antes de rememorar que “luego de llegar a Brisbane, nos cruzamos con algunos colombianos que nos ayudaron en el proceso de estadía y prácticamente nos dieron un tour por la ciudad. La mayoría, estudiantes muy amables y atentos todo el tiempo”.

Irma Córdoba, madre, entrenadora y compañía de Jhormary, su apoyo incondicional. Fotografía: Valentina Caipe.

Por esas experiencias, por cómo su vida se ha duplicado hasta ahora, frente a las previsiones iniciales, por el amor que tiene hacia el taekwondo, Jhormary mira el pasado con agradecimiento. Las culturas que ha conocido y la capacidad de hacerse entender, en cualquier lugar del mundo, “no es cosa de idiomas, porque todos quienes vamos a participar, lo hacemos bajo el mismo lenguaje, el del Taekwondo”. Frente a todas las experiencias y los retos que aún se plantea, Jhormary tiene totalmente claro que el deporte ayuda a las personas con discapacidad. Que no solo es diversión o tema de entrenar, sino que ayuda a cumplir sueños y metas.

“Las personas con dificultad de aprendizaje sí pueden trabajar, pueden salir adelante y pueden aprender. Todo se puede, no hay discapacidades”, concluye con el máximo optimismo, mientras nuevas competencias y búsquedas de la excelencia, siempre de la mano de su madre, Irma Córdoba, se dibujan en el horizonte.

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