Obreros bananeros, en la labor diaria de la recolección de la fruta. Foto: Las 2 Orillas.

Redactado por Santiago Guío 

Primer semestre Comunicación Social – Periodismo FULL.

Taller de Noticia y Entrevista.

Entre el 5 y 6 de diciembre de 1928, la región del Magdalena sufrió un terrible acontecimiento que marcaría al pueblo colombiano para el resto de la historia. La tragedia denominada “La Masacre de las Bananeras”, pasó a ser un hecho que aún recuerdan los habitantes de Ciénaga, lugar donde se desató una ola de violencia contra los huelguistas que manifestaron su descontento ante la multinacional United Fruit Company. 

Antecedentes

Tras el interés de los comerciantes internacionales en la Costa Atlántica colombiana a finales del siglo XIX e inicios del siglo XX, empieza a encontrarse la producción y exportación de caña de azúcar, cacao y tabaco. Desde ahí, se interesan por una fruta exótica, el banano, muy sostenible en la región del Magdalena, razón por la que la multinacional estadounidense llegó a Colombia en 1890 bajo la administración del comerciante Mainor Cooper Keith.

Desde el asentamiento de la UFC se implementó el uso de un ferrocarril en 1881, que iba desde Santa Marta hasta el río Magdalena para el transporte de mercancías, y, posteriormente, se empezó a experimentar con el banano Gross Michele, importado desde Panamá. Esto, asumió la aparición de la primera sociedad de agricultores colombianos, quienes fueron reemplazados más adelante por los comerciantes estadounidenses gracias a su gran capital y a la facilidad de exportación y comercialización de productos en el extranjero. 

En 1887 la compañía extendió el trabajo con altos salarios, siendo así que el incremento creció de 5.000 trabajadores en 1910, a 25.000 en 1925. Esto, debido a que se hacía necesaria una gran mano de obra para cumplir las labores de ampliación de vías, instalación de sistemas de riego, limpieza de las zonas, y siembra y recolección de la cosecha.  

Inicio de una tragedia ya anunciada

Desde este momento, los operarios empiezan a tener descontento con la empresa, pues su sistema de contratación no era directo, sino que la UFC hacía uso de contratistas colombianos, y así evadir la legislación del trabajo en Colombia. Y lo que desarrollaban estos terceros era la vulneración de sus derechos, así como reducir sus ingresos y hacerles trabajar más jornales. 

Fue así, como los bananeros y la Unión Sindical el 6 de octubre de 1928 decidieron llevar a cabo una petición que constaba de nueve puntos para restablecer sus derechos. Dicho documento, resaltaba la mejoría en el sistema hospitalario, abolición de los contratistas y capataces, descanso dominical remunerado y pago semanal entre otras peticiones. 

Al presentar el documento ante el gerente de la UFC en Santa Marta, Thomas Britts, tuvieron un gran descontento, pues el hombre se negó rotundamente a atender las necesidades de los trabajadores y fue en ese momento donde la Unión Sindical envió un ultimátum a la compañía, planteando el inicio de una huelga. 

La huelga y el descontento de los trabajadores

En respuesta, el 10 de noviembre del mismo año, se dio la orden de cortar toda la fruta y embarcarla, por lo que los obreros, con temor de perder su trabajo y salarios atrasados, tomaron la decisión de parar la labor  el 12 de noviembre.

En aquel punto, los huelguistas empiezan a hacerse escuchar por medio de caminatas y movilizaciones en distintas zonas, por lo que las fuerzas militares y el gobierno no tardaron en informarse de tal revuelo y encargar al General Carlos Cortés Vargas, quien se contactó con el presidente del momento, Miguel Abadía Méndez, a quien solicitó una estrategia para la detención de los huelguistas que se le entregó la noche del 5 de diciembre, el primer decreto Legislativo de 1928, que declaraba la Ley Marcial, y consistía en la prohibición de asambleas de más de 3 personas. 

El 6 de diciembre, Cortés Vargas fue con soldados a la plaza de Ciénaga donde se encontraban entre 2.000 y 4.000 huelguistas. A las ocho de la mañana se estacionaron al norte del lugar, a los trabajadores se les leyó el decreto y les dieron cinco minutos para que se alejaran. Nadie se movió y justo antes de que el General diera la orden de abrir fuego, se escuchó fuerte a la muchedumbre gritar “¡Viva Colombia, viva Colombia libre!”.

Masacre en Ciénaga por hacer justicia a sus trabajadores

Horas después, en Ciénaga se escuchaba cómo pasaban los camiones hacia una gran fosa común, y al tren dirigiéndose a los puertos de embarque para arrojar a los huelguistas sin vida al mar; los únicos cuerpos que dejaron fueron nueve en el centro de la plaza de Ciénaga como forma de declarar el fin de la lucha.

Hasta el día de hoy, no se sabe cuántos muertos hubo, los testigos de Ciénaga dicen que, si no eran cientos, eran miles. De cualquier manera, será la incógnita que deja la terrible Masacre de las Bananeras y el sin sabor de cómo el mismo gobierno asesina a su pueblo por manifestar las injusticias, sin mencionar la gran censura que tuvo los medios de comunicación de la época, dejando sin contento la labor de los periodistas que pretendían relatar lo que aconteció en tal barbarie y arbitrariedad de un pueblo trabajador, luchador, que solo quería hacer valer sus derechos como personas dignas.