
Por: Juan Hernández Daza
El territorio colombiano es escenario de conflicto entre fuerzas armadas como el ELN, las FARC, los Masetos, las AUC y el Estado. Aunque su apogeo se dio entre los años 80 y 90, entre los gobiernos de Virgilio Barco Vargas y Belisario Betancur, hoy es una situación vigente, y sus consecuencias, como los asesinatos y desapariciones, son igual de perjudiciales para el pueblo.
La mujer como víctima del conflicto armado

Una mujer de 63 años, con 7 hijos y separada de su esposo, María Amparo Daza, fue víctima del conflicto armado, por lo que fue expulsada de su pueblo, San Luis, Antioquia y actualmente se ve obligada a vivir en un pequeño apartamento en la casa de su hija.
María relata cómo antes de que iniciaran los enfrentamientos armados en su pueblo, estaba lleno de vida, los niños jugaban, se podía ir a ríos, y trabajar dignamente. Cuando estos conflictos comenzaron la vida le dio un vuelco, vivía enfrente del anfiteatro, y comenta cómo en ese andén descargaban a los muertos que encontraban. Empezaron a desaparecer los jóvenes del pueblo, se los llevaban de las discotecas, de las cafeterías, de las mismas casas, las personas en los negocios empezaron a trabajar con temor, y si la familia los buscaba, también se perdían; recuerda que un vecino fue a buscar a su hijo desaparecido y 4 días después encontraron la sola cabeza del señor.
Esta situación también afectaba a su familia, teniendo que salir de su tierra más de una vez. Relata que la primera vez que fueron a Bogotá, fue porque su esposo trabajaba allí, duraron 1 año aproximadamente; en ese tiempo, su hijo mayor recibió un balonazo en la pierna, lo que despertó el cáncer, pero los médicos no lo detectaron; creyendo que el dolor era por el frío, volvieron a San Luis, de allí pasaron a Río Negro donde le dieron la noticia de que su hijo tenía cáncer de huesos en etapa 3.
El esposo de María los visitaba constantemente por la enfermedad de su hijo, pero los guerrilleros lo tacharon de mensajero, por lo que tuvieron que volver a Bogotá antes de ser asesinados, así que tuvieron que dejar todo atrás, familia, un negocio de mercancía que tenían, los obligaron a vender la casa en 3 millones, cuando realmente costaba unos 150. Asesinaron a su hermano enfrente de sus hijos y su madre, que hoy en día tiene 93 años, vio cómo eliminaron al patrón de su hijo, así que enloqueció y empezó a divagar por el pueblo, diciendo que matarían a su hijo; ya de eso han pasado 25 años.
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Pocos años después de ser desplazados, su hijo falleció, por lo que intentaron volver a su pueblo, pero no encontraron familia, ni un hogar al cual llegar, por lo que deciden volver a la capital en busca de mejores oportunidades, tuvo que vivir en apartamentos chicos, siendo 6, ella y sus hijos, con pocos recursos, así estuvo hasta que, uno a uno sus hijos fueron dejando el nido.
Actualmente está en un proceso de terapia que, aunque ha ayudado, no logra borrar esos recuerdos, esas vivencias de horror, aunque hace poco ha visitado San Luis en un par de ocasiones. Se encuentra pagando un arriendo en un apartamento pequeño, después de haber tenido una casa y su propio negocio. Sus hijos la han apoyado como pueden, aunque la vida de cada uno es complicada individualmente.
Los jóvenes y el desplazamiento forzado

Pero esta clase de conflicto interno también afecta a los jóvenes, como es el caso de Yessica Hernández Salazar, una adulta joven, quien tiene 18 años, recién graduada del colegio en el 2025, fue desplazada a los 6 años de su comunidad, en Algeciras, un municipio del Huila, por el conflicto entre el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y el Estado Mayor Central (EMC). Estas disputas han convertido al Huila en uno de los departamentos con mayor inestabilidad social, económica y política.
Aunque solo tenía 6 años, logra recordar como su vida era feliz y tranquila. Pero cuanto Algeciras se vio asediada por la violencia tuvieron que escapar; primeramente, se quedarían, pero asesinaron a su padre, a partir de allí, empezaron a amenazarlos para que se fueran, se trasladaron a Bogotá, dejando atrás todo lo que tenían, su casa y un par de parcelas que eran de su propiedad.
Su llegada a Bogotá se vio llena de percances, ya que, en cuanto arribaron a la capital les robaron la ropa en el bus en el que viajaron, ella y su hermano tuvieron que dejar de estudiar durante un año, pues no les daban cupo. Su madre tuvo que cuidarlos, mientras trabajaba, esto duró 2 años.
Cada cierto tiempo su familia recibe un apoyo del gobierno el cual les ayuda económicamente, pero solo llega a ser eso un pequeño aporte a los gastos constantes como servicios. Ella cuenta como las personas creen que su vida es más fácil por beneficios como este, y piensa que por ser desplazada le dan más oportunidades, cuando en muchos casos se ve algo completamente diferente.
Historias como estas hay cientos en el conflicto armado del país, aún hoy sigue afectando a personas inocentes, que hicieron lo posible por sobrevivir, y llegar a una vida con dificultades, pero honesta; hoy por hoy, hay programas como Reubicación de Unidad para las Víctimas, pero no todos logran ser beneficiarios o tomados en cuenta por el Estado.
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