
Por: Claudia Gordillo y Carlos Rey
Más que objetos estéticos, los fotolibros son territorios portátiles de la memoria. Ellos son publicaciones visuales que pueden convertirse en herramientas políticas, pedagógicas y culturales para narrar lo que históricamente ha sido ocultado. En sus páginas se tejen silencios, se revelan ausencias y se convocan resistencias. Son mapas íntimos y colectivos donde las imágenes no solo ilustran, sino que interpelan, hablan de territorios, cuerpos, formas de habitar la vida.
En contextos como el del Valle y el norte del Cauca, los fotolibros han emergido como dispositivos esenciales para resignificar los territorios atravesados por el extractivismo, la racialización y el olvido, tal como lo exploran las investigaciones académicas Fotomemorias subalternas realizada entre el 2022 y 2023 y Monstruo Verde realizada en el 2024, lideradas por la socióloga y comunicadora social Claudia Gordillo.
El fotolibro más que materialidad
En esa misma línea de reflexión visual y territorial se ubica Natura Naturans, el fotolibro del artista caleño William Narváez lanzado en la Feria del libro de Cali en 2024. Esta obra, más que una colección de imágenes es una meditación profunda sobre la relación entre el cuerpo, el paisaje y las formas en que habitamos lo natural. Con una mirada sensible, Narváez propone una estética que no solo retrata, sino que interroga y resignifica los espacios cotidianos y rurales.
En coherencia con esa búsqueda, Narváez elige la risografía como técnica de impresión, un método que, lejos de la perfección digital, se caracteriza por su textura, sus variaciones accidentales y su carácter artesanal. Esta elección no es casual, la risografía se convierte en parte del mensaje, reforzando la visión del mundo que propone el autor, donde la una naturaleza es fuerza activa que atraviesa y transforma.

Libro Natura Naturans (2024) del artista William Narváez.
Natura Naturans se convierte así en un ejercicio poético y político que dialoga con las geografías de resistencia, al igual que el fotolibro Brisa de memorias negras que condensa un ejercicio de cocreación con las mujeres afrocolombianas afectadas por la agroindustria cañera del Consejo Comunitario Brisas del Río Palo en Guachené, quienes trabajaron con las fotos de sus álbumes fotográficos. Brisa de memorias negras es una apuesta decolonial para liberarse de las formas de dominación visual, filosóficas y epistemológicas, donde es imperante reimaginar con los propios pueblos colonizados (Mignolo, 2007), apuesta editorial de la Fundación Universitaria Los Libertadores.

Libro Brisa de memorias negras (2025) de la profesora investigadora Claudia Gordillo.
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Estos dos fotolibros son vistos, no solo como materialidades, sino como objeto-espacio fluido de creación, que se expande a partir de sus apuestas narrativas en espacios múltiples, personales, familiares y laborales. En ese sentido, el fotolibro no es solo un contenedor de imágenes, sino una herramienta crítica, poética y política que permitecuestionar las estéticas hegemónicas y recuperar memorias silenciadas por los relatos coloniales.
En ambos casos, la imagen opera como acto de memoria y la importancia de estas publicaciones radica en su capacidad de abrir rutas de pensamiento y afecto donde lo visual se transforma en testimonio y archivo.
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