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Hace 76 años del Bogotazo: El Magnicidio de Jorge Eliécer Gaitán

Plaza de San Victorino afectada el 9 de abril de 1948. Foto tomada por la Alcaldía de Bogotá.

El asesinato del líder liberal Jorge Eliécer Gaitán el 9 de abril de 1948 en Bogotá desencadenó levantamientos populares a lo largo del país. En la capital sucedieron saqueos masivos y varias edificaciones del centro de la ciudad quedaron reducidas a escombros.

Redactado por: Naideltih Zamora. Practicante CAM

Jorge Eliécer Gaitán, más conocido como el caudillo liberal fue abogado, escritor, profesor político y miembro líder del partido liberal colombiano. Nació el 23 de enero de 1903 y falleció el 09 de abril del 1948. Estudió Derecho, pero antes de finalizar la carrera ya era reconocido como un activo agitador político.

En 1929 se inició como representante en la cámara y realizó una investigación sobre la masacre bananeras bastante controversial para su época. Fue ministro de Educación de Eduardo Santos en 1941 y senador de la República en 1942, así mismo fue ministro del trabajo en 1944 tras una gestión bastante satisfactoria dentro de su brevedad a favor de las clases trabajadoras.

En 1947 Gaitán fue elegido director del Partido Liberal y la oposición directa del presidente Mariano Ospina, luego de que su compañero Gabriel Turbay no logró asimilar su derrota y se quitó la vida en Roma. Así, fue logrando ganarse más el cariño y admiración del pueblo colombiano consiguiendo ser el principal opositor del presidente conservador.

El Bogotazo un acontecimiento de hace 76 años causados por una serie de disturbios en la capital del país, luego de que la comunidad se sintiese indignado por el asesinato de su líder liberal; Jorge Eliécer Gaitán, a quien veían como un camino hacia la a libertad, por los genocidios ocurridos en el gobierno del presidente Mariano Ospina Pérez.

Gaitán se encontraba en su despacho y sobre la una de tarde, procedía almorzar con uno de sus compañeros más cercanos, al llegar a la puerta un sujeto le dispara impactándolo con tres balas en su cuerpo, pocos minutos fue traslado a la clínica Central y fallece, mientras su amigo el médico Pedro Cruz procedía a hacerle una transfusión de sangre.

El presunto homicida del “caudillo del pueblo”, Juan Roa Sierra, alcanzó a refugiarse en la droguería “Granada” donde expresaba que no había cometido el delito, corrió hasta la farmacia, porque alguien lo había señalado de haberlo asesinado y por temor se encondió, sin embargo, la multitud no creyeron en sus versiones y lo lincharon a golpes, arrastraron su cadáver por toda la carrera séptima hasta el Palacio San Carlos, donde colgaron su cuerpo desnudo.

Cuando a los bogotanos se les informan la muerte del caudillo liberal se colmaron de tristeza por haber perdido a aquel hombre que era su esperanza, ese sentimiento se convirtió en un odio desmedido, deseos de vengar su muerte y en pocas horas miles de capitalinos fueron a las calles quemando los símbolos del gobierno conservador y de la iglesia católica.

A las cuatro de la tarde en Bogotá, el Centro Histórico se convertía en un caos infernal. Los tranvías ardieron en diferentes lugares, la gobernación y el Palacio de Justicia fueron asaltados e incendiados, y la mayoría de los edificios entre las calles 10 y 17 quedaron reducidos a ruinas. En medio del desorden se perdieron archivos históricos y jurídicos irremplazables.

El origen de la violencia sigue siendo un misterio: ¿Quién dio la orden de liberar a los presos? ¿Quién proporcionó abundante licor a los amotinados? ¿De dónde surgieron las armas de fuego que utilizaron los francotiradores? Parte de la Policía se unió a los rebeldes, enfrentándose al ejército en combates callejeros que duraron hasta la madrugada del diez de abril, cuando el gobierno logró recuperar el control, dejando las calles cubiertas de cadáveres.

Durante esos días, los periódicos de Bogotá no lograron circular. El 11 de abril, al reaparecer, El Tiempo titulaba en su primera página a ocho columnas y 72 puntos: «Bogotá está semidestruida». Sin embargo, era solo una parte de la verdad. La realidad era que Bogotá y la vida democrática de Colombia estaban completamente arrasadas. Las llamas del 9 de abril no solo consumieron los tranvías y las joyas arquitectónicas de la ciudad, sino que también redujeron la esencia democrática del país a cenizas de violencia que continuarían esparciéndose durante más de medio siglo, tal como lo había predicho el propio Gaitán días antes de su muerte: que, si lo asesinaban, Colombia se sumiría en torrentes de sangre durante los próximos cincuenta años.

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