
El científico colombiano Manuel Elkin Patarroyo, mundialmente conocido por desarrollar la primera vacuna sintética contra la malaria, falleció el pasado jueves 9 de enero de 2025 en Bogotá, a los 78 años, debido a un paro cardiorrespiratorio. Su partida marca el fin de una era en la ciencia colombiana y deja un legado invaluable en la lucha contra las enfermedades tropicales.
Patarroyo nació el 3 de marzo de 1946 en Ataco, Tolima, en el seno de una familia de origen humilde. Desde joven, mostró un interés profundo por la ciencia y la medicina, lo que lo llevó a estudiar medicina en la Universidad Nacional de Colombia. Tras graduarse en 1971, continuó su formación en inmunología y virología en prestigiosas instituciones de Estados Unidos, incluyendo la Universidad Rockefeller.
En 1984, fundó el Instituto de Inmunología del Hospital San Juan de Dios en Bogotá, un espacio que se convertiría en el epicentro de sus investigaciones. Fue allí donde desarrolló su más destacado aporte a la ciencia: la vacuna SPf66 contra la malaria. Esta fue la primera vacuna sintética diseñada para combatir una enfermedad que afecta a millones de personas, principalmente en regiones tropicales y subtropicales.
El anuncio de la vacuna en 1987 generó un impacto internacional, y Patarroyo fue elogiado por su innovación. “Mi sueño siempre ha sido combatir las enfermedades que afectan a los más vulnerables, y la malaria representa uno de los mayores flagelos en los países en desarrollo”, expresó en múltiples ocasiones.
A pesar de los avances que representó, la vacuna SPf66 mostró eficacia limitada en ensayos posteriores realizados en África, el continente más afectado por la malaria. No obstante, su trabajo sentó las bases para investigaciones futuras y abrió nuevos caminos en el desarrollo de vacunas sintéticas.
En 1994, Patarroyo recibió el prestigioso Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica, un reconocimiento a su contribución a la ciencia. “Este premio no es solo mío, es de mi país y de todas las personas que creen en el poder de la ciencia para transformar vidas”, dijo durante la ceremonia.
A lo largo de su carrera, enfrentó críticas debido al uso de monos en sus investigaciones, lo que generó controversias en torno a la ética de sus métodos. Sin embargo, Patarroyo defendió siempre la necesidad de utilizar modelos animales para avanzar en la comprensión de enfermedades complejas como la malaria.
Su pasión por la ciencia iba más allá de los laboratorios. Patarroyo dedicó buena parte de su vida a promover la educación científica en Colombia. Consideraba que la formación de nuevas generaciones de investigadores era fundamental para el desarrollo del país. “Los jóvenes científicos son la esperanza para construir un mundo mejor”, señaló en una entrevista.
En sus últimos años, Patarroyo continuó trabajando en el perfeccionamiento de su vacuna y en el diseño de nuevas estrategias para combatir enfermedades infecciosas. Incluso en momentos de dificultades personales y críticas, nunca abandonó su compromiso con la investigación y el bienestar de las comunidades más desfavorecidas.
El impacto de su trabajo trasciende las fronteras de Colombia. Su enfoque pionero en la creación de vacunas sintéticas ha influido en numerosos estudios en todo el mundo. La Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoció su contribución al avance de la ciencia y la medicina en regiones donde las enfermedades tropicales representan un desafío constante.
“Manuel Elkin Patarroyo no solo fue un científico brillante, sino también un ser humano comprometido con mejorar la calidad de vida de los más vulnerables”, afirmó en un comunicado el presidente Gustavo Petro. “Su legado será recordado por generaciones”.
Patarroyo solía decir que quería ser recordado como alguien que contribuyó al bienestar de la humanidad. En vida, recibió múltiples doctorados honoris causa y fue invitado a conferencias internacionales para compartir su conocimiento. A pesar de los reconocimientos, siempre mantuvo su espíritu humilde y su amor por Colombia.
El funeral del científico se llevó a cabo en su ciudad natal, Ataco, Tolima, donde familiares, colegas y amigos se reunieron para rendirle homenaje. “Perdemos a un gran hombre, pero ganamos un legado que perdurará por siempre”, expresó uno de sus antiguos colaboradores durante la ceremonia.
Manuel Elkin Patarroyo deja un vacío en la ciencia colombiana, pero su trabajo sigue vivo en los laboratorios, en las aulas y en la esperanza de quienes sueñan con un mundo libre de malaria. Su nombre permanecerá en la historia como uno de los grandes visionarios de la medicina.