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El hijo de un labriego de pueblo en el fútbol Nacional

FOTO CORTESÍA: Durante un entrenamiento en la base militar de Rionegro-Antioquia con Atlético Nacional.
Por Juan Felipe Valencia Sánchez, del programa de Comunicación Social para el Desarrollo y el Cambio Social de la Universidad Católica de Oriente, Rionegro.

Cambió las botas por los guayos, y los «potreros‟ por canchas en mejores condiciones.  Los principios y valores transmitidos por sus padres fue lo más importante y lo que llevó a Diego Alberto Alzate Hoyos “el Gomoso” a no abandonar sus sueños y poder cumplir  sus metas. No es fácil llegar al fútbol profesional y mantenerse; pero la berraquera, el entorno, el apoyo familiar y tener los objetivos claros, ayudan a lograrlo. 

En un equipo de fútbol no falta el jugador con gran recorrido que intenta bajar la caña a los  jóvenes debutantes en el equipo profesional. Durante un entrenamiento en un trabajo de  definición con físico, donde los laterales debían ir a lanzar el centro al área y después retornar en velocidad setenta metros aproximadamente a posición de marca, cuando las  piernas ya no respondían por llevar casi una hora de repetir ese movimiento, le dice Luis  Carlos Perea ––defensor central espigado que con su presencia hacía temer, capo, Selección  Colombia, que ya había jugado dos mundiales, y tenía un gran recorrido–– a Alexis García ––capitán de Atlético Nacional––. “Míralos „capi‟ míralos. Así son en los partidos estos  peladitos, si van una o dos veces no vuelven, no les da el físico, es que no se preparan  bien”.  

Esas palabras eran dirigidas para José Fernando Santa, Francisco «Miyuca’ Mosquera y Diego Alzate quien no pudo reaccionar ni defenderse de lo dicho por Perea. Aunque  comentario que también afectó al gran lateral Diego León Osorio ––quien también era  capo, tenía gran recorrido y, a pesar de su mediana estatura, un fuerte temperamento––.  Osorio salió al respaldo de los juveniles enfrentándose de forma verbal con Luis Carlos,  diciéndole: “Perea, respeta, a vos toda la vida te tapo los errores Andrés Escobar y ahora te  vas a venir a desquitar y bajarle la caña a los pelados. Eso no se hace, como referente y  capo del equipo deberías ayudarles. Así no es”.

Para llegar al profesionalismo es necesario trabajar de sol a sol, como se hace en el campo.  Planear la siembra, conseguir la semilla, cultivarla, regarla y esperar recoger una buena  cosecha. No es con la mal llamada “rosca‟ o solo el talento. Gomoso sí que puede dar fe de  ello.  

Vivió un inicio complejo, luego de estar cinco años en divisiones menores, las ganas de  querer regresar a casa para empezar de nuevo y abandonar los sueños, pensando que no se  habían cumplido las metas. Recordar la finca, la austera forma de vida en el pueblo, sus  amistades y las “comodidades” que tenía en casa, era algo que embargaba sus pensamientos  y nublaba su mente en las ganas de convertirse en futbolista profesional. Pero que gracias a una charla con Óscar Chavarriaga ––director de divisiones menores de Atlético Nacional en esa época–– no lo hizo. El profe Óscar le dijo: “si ya has aguantado cinco años dame cinco  meses más”.

De izquierda a derecha. Arriba: Víctor Hugo Aristizábal, Víctor Marulanda, Rafael  Vázquez, Felipe Gutiérrez y Rene Higuita. Abajo: Diego Alberto ‘el Gomoso’ Alzate, Luis  Fernando ‘Chonto’ Herrera, Néider Morantes, John Jaime ‘la flecha’ Gómez y Mauricio  ‘Chicho’ Serna.

Chavarriaga le pidió esperar porque sabía que Juan José Peláez y Hernán Darío “el Bolillo” Gómez ya lo tenían referenciado y  en lista para llevarlo al equipo profesional. Es así como en mayo de 1995 el cielo se despejó para que Alzate, este carmelitano sonriente, guerrero, cachete colorado, pudiera recoger sus frutos; ya no serían sus manos su instrumento de trabajo y serían sus pies. Se iba a convertir en jugador profesional y llegaría a ser parte del primer equipo en el Club Atlético  Nacional. 

 

En ese momento se dio cuenta de que cambiar las mañanas al lado de su padre donde  ayudaba a dar de comer al ganado, ordeñar y sembrar, para dedicar sus madrugadas a dar lo  mejor de sí en un terreno de fútbol, había tenido su recompensa. La disciplina, el aguante,  la paciencia y la constancia con la que había cultivado. Los valores y principios  transmitidos en su niñez y aprendidos en el campo; pero escasos en estos tiempos  modernos, de inmediatez donde además pesa la forma de vida holgada, que es frecuente en  el Oriente Antioqueño, donde siempre está el amigo que te invita a salir, se es conocido por  muchos y siempre se tiene algún plan por hacer, habían dado sus frutos. La semilla al fin  había germinado.  

Por la rotación necesaria en el Club Atlético Nacional, debido a los dos torneos que año tras año está acostumbrado a pelear, consiguió debutar dos meses después en un partido contra  el Pereira. En el estadio Atanasio Girardot, con un aforo cercano a las 40.000 personas,  salía del camerino por el túnel, el hijo del agricultor, el monito “travieso‟ de familia  humilde, ese que de niño arreaba ganado, saltaba alambrados y veía cualquier piedra como  un balón, el oriundo de El Carmen de Viboral que se iba a convertir en orgullo para toda la  familia, gran parte del pueblo y que iba a sacar lágrimas de alegría de tíos, primos,  hermanos y padres que se encontraban en la tribuna. Habían contratado dos buses en la  familia para ir a ver el acontecimiento que pocos se querían perder.  

La presión aumentaba al saber que debía demostrar porque había sido elegido para vestir  los colores de uno de los equipos más reconocido y laureado del país. Pero no le pesó la  camiseta e inició el ‘Gomoso’ Alzate su carrera como futbolista profesional. “Mi carácter y  lo que es Diego Alzate hoy en día, es gracias al fútbol y a este comienzo difícil”, dice el  exfutbolista.  

Separarse de su papá y su mamá con tan solo catorce años de edad, fue difícil. Pasar a la  ciudad a ser uno más, luego de vivir en un pueblo donde era conocido y no le hacía falta  nada en casa. Tener que aprender a cocinar, lavar su ropa, planchar y ser responsable, fue  algo que le ayudó a madurar y a seguir luchando fuerte y enfocado por las metas que se  había trazado. “Fue indispensable contar con la ayuda de mi familia y aplicar todos los  valores que me habían transmitido mis padres para no perder o desviar el camino, y para librarme de las tentaciones que por esa época existían en Colombia y Medellín con las  drogas y el narcotráfico ––recuerda el Gomoso––. No es secreto y muchos conocen que a  los dueños de estos negocios les gustaba jugar y programar partidos al lado de futbolistas  profesionales”.  

Fue fundamental en las divisiones menores del equipo paisa contar con entrenadores, como Pedro Pablo Álvarez, Cesar Maturana ––hermano de Francisco ‘Pacho’ Maturana––, Juan  Eugenio Jiménez, Javier Álvarez y el profe Luis Fernando Montoya, quienes lo hicieron  sentir como un hijo, le aportaron en el crecimiento personal y profesional para llegar a  cumplir el objetivo. Cuando da el paso al primer equipo fue Diego León Osorio quien lo acogió y se convirtió también en un referente para él. Y fue un amigo con quien compartía  cenas de forma semanal, una persona muy importante en la formación futbolística del  jugador oriundo de El Carmen de Viboral.

Diego pudo mostrar su talento y salir con sus mejillas ruborizadas y su prominente alegría en equipos representativos del país. Medellín, Junior y Once Caldas, entre otros equipos,  contaron con él en sus nóminas. Además estuvo presente en dos convocatorias de la  Selección Colombia en giras internacionales. Sumado al gran paso y debut en el Club  Atlético Nacional.

Sus inicios y los primeros pasos de Diego Alzate sobre el  verde césped, al lado de su hermano mayor Luis Eduardo  Alzate.

Con voz temblorosa, algo de nostalgia y sus manos con algunos callos que reflejan su trabajo en la finca, Alzate conmemora su paso por el fútbol nacional: “Fue algo inolvidable, que marcó mi vida. Fueron diez años de carrera profesional de los que no me arrepiento y me llevan cada vez más a pensar que los tiempos de Dios son perfectos y que todo llega y pasa en su momento. Soy  bendecido por todo lo que viví y no me arrepiento de nada, menos de mi retiro que para muchos puede parecer prematuro. Mi  meta fue cumplida, ser profesional, debutar en Atlético Nacional y compartir vestuario  con los grandes jugadores y técnicos que  iniciaron la transformación del fútbol nacional en el mundo”.

EL Jugador

Diez años pueden ser poco para un futbolista, y tal vez debía aguantar más, jugar un poco  más. “Era un orgullo asistir a entrenamientos en los equipos del pueblo y sacar pecho con el  reconocimiento del técnico y los compañeros por las cosas buenas que le estaban pasando a  Diego. Cuando venía de visita al pueblo nos sorprendía a los primos con camisetas que se  convertían en la “envidia” de nuestros amigos. Me hubiera gustado verlo jugar más, le  quedaba mucho fútbol por mostrar”, dice Santiago Alzate ––primo que quiso seguir los  pasos del Gomoso en lo deportivo y ahora es entrenador de fútbol en formativos––.  

Existen circunstancias que hicieron que no continuara, saber hace veinte años como se  marcaba a los jugadores después de los treinta años, de viejos por su condición física.  Además de la situación económica de los equipos que no pasaba por el mejor momento. 

Alzate no era ajeno a eso, “Debía pensar en el futuro y priorizar la parte económica, a pesar  de que la parte deportiva estuviera casi intacta”. 

En sus inicios en las inferiores del cuadro verde de Antioquia vivió momentos poco  agradables. En una época que manchó nuestro país con violencia y donde Colombia era  reconocida en el mundo por cosas ajenas al fútbol, vio perderse y desaparecer a  compañeros que optaron por el camino fácil en el afán de salir adelante y progresar. Fueron  algunos asesinados y otros no llegaron a ser profesionales al abandonar sus sueños por elegir una carrera que lo único similar que puede tener con el fútbol es su duración.  

Luego del último entrenamiento en el campeonato de 1995 antes de un clásico regional de  Antioquia contra el Deportivo Independiente Medellín, Víctor Hugo Aristizábal, Mauricio  ‘chicho’ Serna y Juan Pablo Ángel habían tenido la idea de llevar huevos y maicena para,  entre todos los jugadores, hacer una broma por el cumpleaños del Director Técnico del club  verde Juan José Peláez. El Gomoso ya integraba ese grupo que iba a jugar esa broma en  modo de celebración que redondearon ganando el partido del fin de semana con marcador  de 2-1.  

Gomoso no olvida sus raíces y disfruta de los  trabajos en el campo, donde se reconoce como un  labriego más.

Alzate era consciente de que en el camerino no iba a ocupar el lugar que tenía en su casa,  donde es el hijo menor y único hombre, luego de la muerte de su hermano a causa de un  accidente. Pero gracias a Alirio “el Marinillo” Serna ––jugador de Marinilla quien estaba  casi de salida–– y Diego León Osorio ––quien se convirtió en gran amigo, apoyo y  respaldo–– logra entablar una gran relación con los capos y los colegas de equipo, el lugar a donde de niño había soñado estar. En el camerino del  verde de Antioquia, no solo se dictaba la charla  técnica o se daban regaños, allí era el espacio donde también se hacían este tipo bromas y era posible bajar la tensión de un partido, el lugar a compartir con todos los referentes del club, donde  no entraba solo el compañero de equipo sino también el amigo.  

“Cuando arribo al plantel me llamaron ‘montañero’, pero no en forma de ofensa sino en una forma de entrar en una camaradería bacana, donde me mantengo sin sobrepasar los límites y el  respeto”, cuenta Alzate.

En todo camerino y equipo de fútbol siempre está el serio Alexis García, el baja caña Luis Carlos  Perea, el capo Alexis García o Diego León Osorio  y los de la chispa (esos que siempre tiene el chiste para bajar la tensión antes de un partido) Aristizábal, Chicho y Ángel. Y llegó Alzate el campesino atento, amable y hospitalario, que en ningún momento se sintió mal por la forma en la que lo llamaban, nunca negó sus raíces,  sabía de dónde iba y por su manera de ser le había sido fácil adaptarse y fortalecer al grupo.  Como le enseñaron sus padres y su familia, a ser siempre un montañero de los que ponían  la otra mejilla ante alguna ofensa, de los que no le importaba la marca de ropa que tuviera  puesta; pero sí estar bien presentado. Y de los que no sentía pena por sus cachetes  sonrojados, su alto volumen de voz o su sonrisa constante. 

En Nacional ese equipo acostumbrado a tener una nómina plagada con el nombre de  grandes jugadores fue afortunado de compartir y jugar con deportistas referentes en el  fútbol, de antes y de ahora: Víctor Hugo Aristizábal, Iván Ramiro Córdoba ––con quien aún  mantiene una gran amistad––, Mauricio ‘el chicho’ Serna, Juan Pablo Ángel, Néider  Morantes, Luis Fernando ’Chonto’ Herrera, René Higuita, Diego León Osorio, Hernán  ‘Carepa’ Gaviria, Luis Carlos Perea, Alexis ‘el Capi’ García, entre otros, quienes también eran base de la Selección Colombia en ese entonces. Además de algunos entrenamientos y  trabajos con el gran Andrés Escobar, aunque no tuvo la oportunidad de jugar de forma  oficial con él.  

“Es satisfactorio poder hablar de este recorrido con deportistas tan importantes, que  marcaron pauta en el mundo y forjaron el inicio de lo que es el fútbol colombiano en la  actualidad”, menciona ‘el montañero’, como lo identificaron estos grandes referentes. 

En su infancia en las canchas de arenilla y los “potreros‟ en los que le tocaba jugar fue  donde perfeccionó su técnica, mejoró su talento y comenzó a soñar. Pero no pasaba por su  mente que tendría la fortuna de coincidir en equipos tan importantes con los grandes  jugadores que lo hizo, sumado a las destacadas campañas en las que pudo participar. Era  más de lo que había soñado Alzate.  

En el equipo rojo de Antioquia tuvo la oportunidad de jugar al lado de Giovanni  Hernández, Adolfo ‘el Tren’ Valencia y Héctor Núñez ––delanteros que anotaron 50 goles  esa campaña––, Roberto Carlos Cortés, John Mario Ramírez, Sergio ‘el Jeringa’ Guzmán,  Édgar ‘el Pancer’ Carvajal… y tener un gran técnico como lo fue y ha sido Fernando ‘el  Pecoso’ Castro. 

En su corto paso por el equipo tiburón, donde solo estuvo 6 meses. Gomoso sentado al  lado de Víctor Danilo Pacheco ‘Pachequito’ y además también compartió equipo con  José María Paso, Jorge Bolaños, Iván René Valenciano, entre otros grandes exponentes  del deporte. 

Al Once Caldas llego junto con Francisco ‘Pachito’ Foronda de Nacional y encontró otro  gran equipo: Robeiro Moreno, Juan Carlos Henao, Sergio Galván Rey y Arnulfo  Valentierra son algunos de los que se pueden mencionar. 

Nóminas de lujo de las que hizo parte este hijo del Oriente Antioqueño, en las que siempre  fue orgulloso de ser ‘el montañero’, nunca se sintió menos, se acopló bien por la técnica y  la austeridad que lo caracterizaba. Pero, que al tener tanta importancia y ser tan reconocido  se vio empañada por comentarios salidos de  tono, exageraciones de sus salidas con amigos o reuniones con ellos, por parte de envidiosos y  detractores, en cada visita  al pueblo a saludar su familia y departir con sus  amigos. Como reza el viejo adagio “pueblo  pequeño, infierno  grande”.  

En el fútbol también hay nubes grises y se viven momentos apocalípticos que ningún  jugador quisiera experimentar. En el año 2001 una tarde fría, en un estadio casi vacío, el  descenso con el Deportes Quindío a la segunda categoría del fútbol colombiano, fue uno de  los momentos más difíciles vividos en lo deportivo. “Esas son las circunstancias del fútbol,  en la temporada 1999/2000, la anterior a la pérdida de categoría con el equipo del eje  cafetero, venía de ser campeón con Atlético Nacional al lado de otro gran equipo con  jugadores como: Miguel Calero, Oswaldo ‘el Nene’ Mackenzie, Fredy ‘el Totono’ GrisalesLeón Darío Muñoz y Lucio España, luego de vencer al América por penaltis”, narra ‘el  gomoso’

Para hablar de las lesiones, que a veces empañan la carrera de los futbolistas, siempre lo  acompañó el sol y tuvo días despejados. Vivió tormentas y tardes oscuras cercanas al fútbol  aunque estuvieron un poco alejadas de las canchas. La muerte de Hernán ‘Carepa’ Gaviria  ––quien había sido su compañero–– a causa de un rayo y ver asesinar a Juan Guillermo  Villa ––jugador antioqueño quien había compartido vestuario con el Gomoso en la  obtención de la séptima estrella con Atlético Nacional–– al salir del matrimonio de Gerardo  Bedoya, ocho días después de celebrar el título con el verde paisa, algo que de alguna  forma empañó la celebración del campeonato ganado en la campaña 1999/2000 con  Nacional.  

Alzate admiraba a muchos jugadores laterales y tuvo referentes en cada posición de juego; pero nunca tuvo un ídolo. “Ídolos mi papá y mi mamá, que me apoyaron y me soportaron”  dice entre risas ‘el Gomoso’ recordando su edad juvenil y las preocupaciones que causó a  su familia con sus travesuras. Su ilusión siempre fue jugar y tuvo la suerte de tener al lado  

a dos referentes y de los más grandes laterales que ha tenido la historia del fútbol  colombiano: Diego León Osorio y Luis Fernando ‘el chonto’ Herrera. 

Guardando las proporciones y para dar un punto de referencia de un jugador similar en cuanto a técnica a Alzate, habría que mirar un poco a Santiago Arias o Marlon Piedrahita;  aunque por el juego de esa época, donde tenían un poco más de libertad para pisar el área y  encarar hacía el centro, se podría mirar a Juan Guillermo Cuadrado. Tal vez por ese buen  pie, su buena salida y la visión de juego era que en algunos partidos usaban al ‘Gomoso’ en  el medio del campo. 

“La calidad, el talento y la técnica que tenía Diego se la vi a pocos jugadores, fue un gran  futbolista; pero mejor persona. Un amigo de los que siempre llevas en el corazón y sabes  que siempre vas a contar con él”, recuerda Iván Ramiro Córdoba ––autor del gol con el que  la Selección Colombia levantó el título en la final de la Copa América del 2001, quien  agradece la acogida en el club y hermandad brindada por Alzate desde que se conocieron e  hicieron parte del club paisa––. Quien además menciona: “Cuando compartimos en  Nacional, hacíamos juntos el viaje a los entrenamientos, compartíamos experiencias,  hablábamos de partidos, de los trabajos de la semana, de los compañeros, del club. Todo  esto hacía la relación más fuerte y por eso en la cancha era más fácil jugar con un  compañero así. Por ese gran aprecio, todo tu ser lo dabas por ese jugador, y cuando pasa  esto en los equipos los resultados son mejores”.  

El Familiar

Diego Alberto nació en El Carmen de Viboral el 21 de junio de 1974. A los 9 años, luego  de un entrenamiento con la Selección de El Carmen, uno de sus compañeros lo bautiza con  el sobrenombre de ‘Gomoso’ cuando salió corriendo a jugar un “picadito‟, esas recochas  que se juegan en cualquier manga en un pueblo, en esas gramas con hierbas crecidas que  casi lo tapaban a uno, terrenos desnivelados y llenos de huecos.  

Su padre, Alberto Alzate Gómez, era un carismático: un agricultor honesto, solidario, disciplinado, responsable, equitativo, de los que daba sin esperar nada a cambio y sin que  nadie se diera cuenta, por lo que lo llegaron a llamar en la vereda „el padre de los pobres‟. Además tranquilo y de esas personas de pocas palabras, pero concretas. Algo que heredó de  buena forma su hijo Diego quien mantiene esa tradición de ayudar y de dar a quienes lo  necesitan. Esa fama y reconocimiento que tuvo en su época de jugador no lo hizo levitar, ni  creerse más o mejor que nadie. 

Sus sobrinos no desconocen la certeza en los consejos y las palabras del ‘Gomoso’, saben  que también viene de su abuelo. Diego es de esos tíos consentidores, es tío alcahueta pero  sabe que existen límites. Para Alejandro Jiménez Alzate ––uno de los sobrinos que quiso  seguir sus pasos futbolísticos–– fue un apoyo importante. “Hacía el viaje hasta Medellín  para tratar de hablar con los entrenadores o gente de los equipos donde me presente para 

tratar de impulsarme. Es muy centrado y aterrizado en cómo está el mundo en la actualidad  y es de los que intercede con la abuela y las hermanas ante determinadas situaciones que las  pueden alarmar porque no se vivían en su época”, dice su sobrino.  

Santiago ––primo de Alzate–– recuerda cuando su familia tuvo  que desplazarse a vivir a Medellín y como Diego fue un apoyo importante en ese momento. “Mi hermana y yo hacíamos fiesta (como si se tratara de un viaje a la costa). Él llegaba por nosotros y nos llevaba a centros comerciales, a conocer la ciudad. A mí a veces me decía que lo acompañara a cobrar el salario y salíamos del centro comercial como si se tratara de  compradores compulsivos”.  

Gomoso Alzate reflejo de que en la vida se recoge lo que se siembra.

Parte de su temperamento, el orden y la pulcritud por estar siempre bien vestido viene de su  madre, Hermelina Hoyos Montoya. Una mujer siempre bien puesta y organizada; aunque  templada de carácter, era de esas mujeres que procuraba no les faltara nada a sus hijos y los  mantenía „como un postre‟. Cuando lo merecían o se podía los consentía, y a veces se  volvía sobreprotectora, en especial con Diego, luego del accidente que acabó con la vida de  Luis Eduardo ––hermano mayor, quien inculcó a Diego la afición y amor por el fútbol––. 

El ‘Mono’ como recuerdan sus familiares a Luis llegó a hacer parte de las inferiores del  Deportivo Independiente Medellín y siempre que iba a entrenar a la cancha o jugar algún  “picadito‟ se llevaba a ‘Gomoso’. “Parecía un llaverito de él”, dice Juan Fernando Castaño Alzate ––primo y amigo cercano del Gomoso––; pero esos años junto a su hermano fueron el punto de partida de las metas que más tarde llegaría a cumplir satisfactoriamente Diego  Alberto. 

A pesar de que en su familia se dedicaron a consentir, cuidar y tratar de evitar que al  Gomoso le pasara algo malo, Diego dio preocupaciones y angustias a sus padres y  hermanas; pero no fueron diferentes a las travesuras de un niño o joven de su época. Una de  ellas la recuerda mucho Juan Fernando. “Junto con un amigo llamado Fray Gómez, se  escapó para Manizales por reprobar 10 materias, quería librarse del castigo que le iban a  imponer en su casa”. 

Todas estas preocupaciones que pudo causar el profesional en su niñez han pasado casi al  olvido. En la actualidad Diego Alberto es preocupado por su madre y sus hermanas, tiene una gran relación con ellas y es pendiente de que no les falte nada, en especial a su madre con quien vive. También eso se lo heredó a su padre Alberto: procurar siempre por el  bienestar y beneficio de los suyos. No le nace ni es su prioridad formar un hogar. Su  felicidad son su mamá, sus dos hijas, Alejandra Alzate Gómez ––hija mayor de Gomoso  quien tiene 24 años, es contadora pública y vive sola–– y María Camila Alzate Ruiz ––su  hija menor de 15 años, quien ha sido convocada para procesos en la Selección Antioquia de  Vóleibol y vive con él–– y su familia.  

FOTO CORTESÍA: Compartida por su sobrino Alejandro Jiménez  Alzate. Diego Alberto con su hija María Camila, al lado de su madre  Hermelina y Marina una de sus hermanas. En uno de los planes que  ahora más disfruta el Gomoso, pasando tiempo con su familia.

Es obsesivo por mantener bien sus cosas, limpias y ordenadas. La camioneta Ranger, una bicicleta y otras cosas antiguas que dejó su padre, las cuida y para él tienen más significado y valor sentimental que material. En las celebraciones navideñas o eventos familiares no le gusta esperar a ver que va saliendo o que alguien lo atienda. Alejandra, su hija mayor dice sobre él: “es un hombre proactivo, de los que se adelanta a los hechos para que todo salga de la mejor manera. Ordenado con todo, la cancha, la finca, el carro, procura tenerlos siempre aseados. Es muy social y por su recorrido en el fútbol es una persona de ejemplo”.  Alzate no era ajeno a recibir malos  comentarios y tener detractores en el  pueblo, donde recuerdan Juan Fernando y Santiago llegó a ser, casi  tan importante, como el párroco o el  alcalde por el lugar que estaba ocupando como figura pública y estar en el equipo más importante de Colombia  acompañado de grandes jugadores. “La única debilidad del ‘Gomoso’ han sido siempre las  mujeres, pero de vicioso u otras cosas que lo pudieran tildar era solo por la envidia que  había despertado de estar donde estaba, no faltaba el que quisiera hacerlo quedar mal y  levantar falsos testimonios”, cuenta su primo Castaño. Y Santiago recuerda lo que le decía  siempre su padre, tío de Diego, “el árbol que más frutos tiene, es al que más piedras le  tiran”.  

La exigencia de sus padres no era poca. Enemigos de la pereza (madre de todos los vicios)  y amigos de la constancia y el trabajo. Su padre desde muy niño le enseñó a trabajar para  que aprendiera que en la vida nada es regalado y trabajando duro y de forma constante se  consigue lo que uno quiere. En unos billares que tenía don Alberto ––por la Calle de la  Cerámica en El Carmen de Viboral–– lavaba los pocillos, limpiaba los billares y atendía a  los señores amigos de su padre los fines de semana. También en la finca aprendió de las  labores cotidianas en el campo, ordeñar, enlazar ganado, podar y sembrar. Trabajos que  realiza solo en la actualidad, debido a la muerte de su padre hace unos años. Pero que  disfruta y realiza de botas y sombrero, desde que dejó los guayos solo para compartir los  „picados con sus amigos. 

El césped de la finca lo mantiene como un tapete. Se envuelve un dulce abrigo rojo  alrededor de su rostro o se lo cuelga en el cuello para proteger su espalda, en pantaloneta  con botas y sombrero alista la podadora y empieza a caminar el gramado dejándolo como el  de un campo de golf.  

El Exjugador

FOTO CORTESÍA: El Gomoso Alzate al lado de su gran amigo Iván  Ramiro Córdoba en un reencuentro con grandes figuras del fútbol  nacional. René Higuita, Carlos ‘el Pibe’ Valderrama, Faustino Asprilla,  Néider Morantes, Andrés Orozco, Fredy Guarín y Javier ‘Choronta’ Restrepo, algunos de los referentes que compartieron el ‘picadito’ en  Llanogrande-Rionegro en el año 2019. 

Continúa con las rutinas de madrugar a hacer ejercicio y entrenar. No es de pasar mucho  tiempo quieto y es de esos buenos anfitriones, se desvive en atenciones con invitados o  personas con quienes comparte en un evento o encuentro. Estar alejado un poco del fútbol  durante la situación de la pandemia lo incitó a montar y salir en bicicleta, al lado de  conocidos sale por diferentes rutas veredales del municipio, y en ocasiones la utiliza como  medio de transporte para ir a la finca a realizar los trabajos.  

No fue la mal llamada «rosca‟ lo que llevó a Alzate a cumplir sus sueños, en esos tiempos no se  contaba con empresarios que lo pudieran ubicar en los equipos como puede que pase ahora. Fue la disciplina, la constancia,  la ausencia de redes sociales, tomar la decisión de alejarse de la vida holgada del pueblo y  aplicar todo lo aprendido de sus padres y su familia, lo que llevó a Diego a convertirse en  referente y ejemplo.  

Alzate sigue siendo ese hombre que se alegra con poco, de gran corazón, que da todo por su  familia y sus amigos. Como bien lo dice Córdoba, “Me da un gran ejemplo de ser humano,  es de los amigos que va a estar con uno en cualquier momento, humilde. Estaré siempre  agradecido con la vida y con Dios por conocer una persona como Diego Alzate por su  amistad, su cariño, su respeto y por todo lo que es como persona”.  

Al igual que su madre disfruta ver partidos de fútbol, en especial de la Selección Colombia,  sufre y trata de dar indicaciones viendo el televisor como si quienes están jugando lo  estuvieran escuchando. Todavía el fútbol corre por sus venas.  

Luego del retiro confesó sentirse desubicado sin saber dónde iba a encajar. Gracias al ya  fallecido Jorge Luis Orozco ––alcalde de El Carmen de Viboral en el periodo 2004-2007–– y Gerardo Betancur ––un amigo familiar–– se hizo cargo de los seleccionados de fútbol del  municipio, donde marca una historia y deja una huella importante. Allí cambió el sistema  de trabajo, enfocó los entrenamientos a un ámbito más profesional, enfatizó el trabajo en las  divisiones menores, en la mentalidad del jugador y en mejorar la técnica. “Doy gracias a  Dios por poder continuar cerca del fútbol”, dice Diego.  

Hace doce años administra su propia cancha sintética, donde además juega de forma  semanal con sus amigos. Porque el fútbol dice que no lo abandona y aunque el físico y la  edad no se mantiene, la calidad si la conserva. 

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