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Doris Penagos, ejemplo de vida libertadora

Por Nicolás Campuzano

El 16 de agosto de 1984, María Doris Penagos Torres ingresaba a la Fundación Universitaria Los Libertadores por recomendación de su hermana. Pero Doris no solo encontró un trabajo, encontró una familia, y 35 años después este ámbito sigue siendo fundamental para ella porque le abrió sus puertas de par en par. Por ello, lo considera su hogar.

Doris llegó a Los Libertadores con 21 años, cuando cursaba quinto de bachillerato. Entró a trabajar al área de servicios generales en “La Casona”, una casa colonial ubicada en la calle 74 con carrera 11. Desde niña dejó ver su espíritu emprendedor. Oriunda de Machetá, Cundinamarca, creció en el campo recogiendo cosechas, cuidando vacas, becerros, caballos y gallinas; sin embargo, su mente estaba en la ciudad.

A la edad de 13 años, convencida de que las labores del campo no eran lo suyo, pidió permiso a sus padres para viajar a Bogotá. Doris llegó a un convento de monjas ubicado en el barrio Palermo, ahí trabajaba una prima que le ayudó a ingresar.

Después de tres años realizando diferentes labores y tareas cotidianas, comprobó que los oficios de la ciudad pueden ser más pesados que los del campo. Con ganas de un nuevo aire, dejó atrás el convento y llegó a una papelería; ahí, los dueños le dieron refugio. Continuó su bachillerato de noche, y en el día trabajaba desde las 8:30 de la mañana en la papelería.

 Cinco años después llegó a Los Libertadores, donde se hizo cargo del almacén; terminó su bachillerato e inició su formación técnica en el Sena.

Estuvo trece años en el área de servicios generales hasta que en 1997 se fundó la Sede Bolívar. Doris pasó a la oficina de Planeación hasta el año 2000. Ingresó a la oficina de la Secretaría General, donde estuvo 14 años.

Actualmente, está en el Centro de Cultura y Bienestar Universitario, donde es parte fundamental de la logística de los grados estudiantiles y también se encarga de los descuentos de los estudiantes en la matrícula.

Además de eso, Doris asiste a cada grado estudiantil desde el año 2000: “Junto con la directora de aquella época, queríamos hacer un evento especial para los estudiantes, que disfrutaran de su último día como estudiantes de pregrado. Es un momento muy especial”, afirma.

Son 35 años de trabajo en cuatro diferentes dependencias le permitieron a Doris conocer todas las sedes de la Universidad y ser testigo de su enorme crecimiento.

“Cuando el doctor Luis Hernán Linares finalmente compró el terreno y vimos terminado el edificio, la felicidad fue enorme; finalmente, teníamos nuestra propia sede, era como si fuera un logro personal”, subrayó emocionada y agradecida por todo lo que la institución hizo por ella. Con su trabajo, logró independizarse y cumplir una de sus máximas metas: una casa propia.

Desde niña, Doris ha aprendido a estar y defenderse sola; actualmente, solo una hermana suya vive en Bogotá, el resto está dispersa fuera de la ciudad y fuera del país, por lo cual Los Libertadores significa mucho para ella.

“La universidad ha sido mi vida, mi familia, mi todo. He encontrado mucha comprensión, mucho calor humano y mucho apoyo en todos los aspectos, tanto en formación como en lo que tengo”.

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