Por John Wilson Afanador Andrade del programa de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad Sergio Arboleda.

No sé qué día es, tampoco la hora, puedo pasar de la luz a la oscuridad sin darme cuenta. Es otro día más en esta lúgubre ciudad que duerme entre calles fantasmas, oscuras y desoladas. En alguna rúa cercana se escuchan los ladridos de algunos perros callejeros, anuncian una presencia. Por los viejos pasillos de mi casa escucho como se acerca a pasos lentos. Un sonido ensordecedor asedia la atmósfera, es un perturbador zumbido, una horda ennegrecida de moscas que orbitan alrededor de un espectro que inmoviliza los huesos y hiela la sangre.

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