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Entrevista

La belleza de Bogotá está en sus muros

Pie de foto: Artista urbano plasma su esencia en los muros industriales. Foto: Alcaldía de Bogotá

Ser artista urbano es embellecer la ciudad, construir tejido social y transformar realidades por medio del color, la creatividad, la pasión y el talento.

Redactado por: Julieth Andrea Agray Fandiño

Primer semestre Comunicación Social-Periodismo FULL.

Taller de Noticia y Entrevista.

Anteriormente el arte urbano era ilegal en Bogotá. Ahora, simplemente está “prohibido”, lo que parece confuso e incluso contradictorio, debido a que las autoridades tienen la última palabra sobre los sitios en los cuales los artistas pueden pintar. 

Desde el 2016 se inauguró Distrito Graffiti como estrategia del fomento de la práctica responsable del arte urbano y el graffiti en Bogotá, con el objetivo de generar inclusión y respeto por la diferencia y el entorno. A su vez, se promueve el desarrollo de la libre expresión y se trabaja por modificar esos imaginarios que señalan a los artistas urbanos como vándalos. 

Julieth Agray (periodista)

Deep (entrevistado): artista urbano partícipe en Bogotá Distrito Graffiti 

JA: ¿Qué opina usted sobre el mundo del graffiti?

D: El grafiti que ocupa un espacio público tiene mayor potencial para llegarles a muchas personas más que el arte que está en las galerías y museos. Lo que pasa con el muralismo y el grafiti es que la gente se encuentra con estas obras en la calle y las asume de alguna manera, a mí me parece en ese sentido que el grafiti tiene mucha fuerza para poder transmitir ciertos mensajes, entre esos la reparación simbólica de las víctimas (…) gracias a esta propuesta de muralismo, se evidencia cosas que no se habían tocado en mucho tiempo, ni en libros, ni en publicaciones

JA: ¿Por qué le gusta realizar este tipo de actividades recreativas?

D: Me gusta pintar en mis murales la alegría, y que la gente cuando los vea se sonría, esa es mi finalidad (…) Trabajar en la calle te da un nexo con la gente, es poder ver la ciudad como a ti te gustaría verla, porque realmente no preguntan cómo queremos ver nuestras ciudades.

Alberto José Hernández (entrevistado): hombre que estuvo rodeado del graffiti y el muralismo en Bogotá desde sus inicios. 

JA:  ¿Cómo llegó a convertirse Bogotá en una inmensa galería a cielo abierto?

AH: En la década de los 90, el grafiti invadió las calles de Bogotá. No había internet y las únicas referencias que teníamos eran de películas estadounidenses o revistas. El hip hop inundó varios sectores, como Las Cruces, La Perseverancia, La Concordia o San Cristóbal, y se convirtió en una cultura urbana predominante. 

En esa época, los jóvenes se dedicaron a esto, aprendieron y buscaron visibilidad. En el colegio conocí a un parcero coleccionista de rap y eso me empezó a llamar la atención. Siempre me gustó dibujar. En la adolescencia, decidí, con unos amigos, comenzar a hacer letras, letras raperas (como le decían en esa época) tratando de imitar lo que veíamos”. Comenzaron a ‘rayar’ en varias zonas, sobre todo en las vías principales, como la Caracas o la 68. En ese momento, se buscaba tener la mayor cantidad de piezas en la ciudad. Los contrastes, lo ilegible y los seudónimos se plasmaron en las paredes. Lugares como el parqueadero del colegio La Concordia o las bodegas de una fábrica en el barrio 20 de julio fueron escenarios para plasmar ‘tags’ (grafiti del nombre de una persona o grupo) y ‘throw-ups’ graffiti (con letras volumétricas y líneas exteriores)

Las creaciones de este tipo se popularizaron. Hacia el cambio de siglo, las nuevas generaciones veían otra forma de grafiti, que dejó de ser en su mayoría política, como en las décadas anteriores, y se convirtió en un movimiento más cultural, sin dejar a un lado el espíritu contestatario.

Hablar de grafiti es hablar de algo que rompe, es clandestino. El objetivo siempre ha sido visibilizar, mostrar lo diferente sobre algo común.

JA: ¿Por qué cree que las personas no se deben perder la oportunidad de participar en los recorridos turísticos?

AH: El paisaje acartonado de la ciudad, con edificios opacos, se convirtió en el lienzo perfecto para los artistas, por medio de las convocatorias para pintar espacios millones de extranjeros han pasado por la capital y han disfrutado las paredes llenas de letras y colores. Causando una nueva forma de empleo, por medio del turismo de grafiti debido a que empresas privadas se han posicionado para ofrecer este tipo de servicios. Convirtiendo a Bogotá en la meca del grafiti en América Latina.

JA: ¿Qué acontecimientos hicieron que la práctica del grafiti incursionara en el marco legal? 

AH: El 19 de agosto de 2011,  un expolicía asesinó a Diego Felipe Becerra más conocido como ‘Tripido’ cerca de la avenida Boyacá con 116, mientras pintaba un muro y su caso abrió el debate en torno a que la solución no es prohibir. Los radicalismos que tenemos en la mente y en el inconsciente llevaron a este tipo de cosas. Es una estupidez relacionar a alguien que pinta un muro con alguien que mata o roba. Después de ese hecho, se expidieron dos decretos para definir las ‘reglas de juego’ y el marco legal para la práctica del grafiti en la ciudad. 

Estos decretos se formaron a partir de una mesa distrital de grafiti, en la que estuvieron representantes del Distrito y grafiteros, “Se diseñaron estrategias para cambiar imaginarios sobre los artistas y las prácticas de arte urbano. Con ellos (los decretos) se abrió la ventana para la práctica responsable del grafiti, porque no se permitía.

Después de la muerte de Diego Felipe, cambiaron las cosas. Antes, uno conocía sobre policías que golpeaban a los grafiteros, les agredían con el mismo aerosol o amenazaban. Una vez, en el 2002, nos pusieron hacer ‘lagartijas’ en un potrero y no sabíamos si nos iban a matar.

JA: ¿Cree que hay una intención o algo que transmitir a través del grafiti?

AH: Sí claro, Lo más importante con el graffiti y el arte en la calle es abrir los ojos y cambiar la mente. “Es un acto social y de libertad. Es una forma de expresar lo que se vive en esta sociedad”, es una forma de llamar la atención con algo estéticamente agradable, es decir, la forma, para después mandar un mensaje.

Es lo que, en últimas, busca el grafiti: plantear una “propuesta estética” para transformar el paisaje de la ciudad, pero que cuenta algo, un nombre, una palabra, una expresión. Precisamente, la alteración sobre la superficie es la que ha hecho que estas creaciones resalten. Hay gente que ha creído que se trata de simples ‘rayones’, pero tiene un proceso detrás. Se trata de cómo con algo creativo pone a pensar a las personas. Cada uno tiene una intención detrás

JA:¿Qué opina sobre la delgada línea entre el muralismo y el graffiti ?        

AH: Hay muchas opiniones cruzadas en este aspecto, la delgada línea entre graffiti y arte urbano va hacia que “el muralismo y los carteles son diferentes de los grafitis por el objetivo que hay detrás; mientras unos buscan mostrar algo estéticamente aceptado, los otros buscan romper con el marco que le gusta a la gente o que ha sido normalizado”. El problema es que el nuevo arte es muy complaciente con el mensaje y empezó a dominar al artista. Ahora se replican más pájaros, naturaleza y rostros, pero se dejó a un lado lo que hace parte del grafiti: incomodar, diferenciar.

“El grafiti tuvo un papel en la normalización de las subculturas del día a día. Muchas eran pequeñas y no eran corrientes tan visibles. El punto de encuentro fue el grafiti”.

Mientras unos consideran que el grafiti debería entenderse como algo incluido dentro del arte urbano, otros aseguran que debería mantenerse la diferencia. Ahora se busca decorar paredes para que se vean bien y bonitas; la cultura del graffiti pasó de ser algo misterioso a algo de dominio comercial. Hay personas que, a cambio de buscar un camino propio, ven la ruta fácil por ahí y se dedican a replicar eso. Claro, ahora hay muchos incentivos, pero a través de eso quieren controlar el mensaje. También hay que tener en cuenta algo y es que el muro resignifica un lugar; dibujar, pintar o grafitear sobre él va a generar un impacto, sea del estilo que sea. (El graffiti y arte urbano) vienen de distintos contextos y caminos. La diferencia es solo el título, lo que desencadena cada uno de los dos, en últimas, es lo mismo: “pintar».

 Bogotá es una ciudad hermosa. Lo que a simple vista parece un laberinto de cemento que se extiende cada vez más, no ofrece lugares en los que destacan los grafitis y el muralismo, con colores exorbitantes dándole vida a las paredes grises de la infraestructura capitalina. En el centro, la Candelaria, la estrecha calle 26, el Parque de los Periodistas y las Aguas, se mezcla estructura colonial con lo urbano de los grafitis dejando coloridos murales que inundan las paredes de simbolismo. Por lo cual una buena forma para acceder a todos los puntos de la ciudad es con alguien que conozca la zona. Graffiti Tour es el primer proyecto turístico que se construyó alrededor del arte urbano, donde se habla sobre el trabajo entre los artistas, las opiniones, los sitios en los que trabajan y la autorización para hacerlo.

El grafiti responsable tiende a mejorar el espacio público. No solo lo embellece, sino que a su vez despierta el interés de la comunidad y conecta a los artistas con los propietarios y comerciantes locales.

Sin embargo, quedan retos para el futuro. Uno de ellos, y el que más han repetido los artistas, es la educación para el arte. “Acá nunca se ha valorado el arte, sabiendo que eso demuestra qué tan buena es una cultura. La gente no paga por el arte. Todo radica en la educación. De ahí, parte de que una sociedad sea de primer mundo o de tercero”. Otro de los desafíos es salir de la llamada ‘zona de confort’: “El grafiti se ha estado estancando. Solo se encasilló en un estilo. Hubo un tiempo en el que se marcaban producciones planeadas, tiempo y mente. Hoy en día la gente va y pinta de forma rápida y sin preparación. Eso se nota mucho”.

 Hasta ahora se está construyendo el mercado del arte urbano en Bogotá, pero falta más cultura general y mucha calidad de escritores y artistas.

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