Por: Daniela Cifuentes
Llegar al territorio de Suba es encontrarse con un viento que parece cargar historias antiguas y hay una que es la de Blanca Nieves. No es solo un cerro ni un barrio al occidente de Bogotá: para el pueblo Muisca, es un espacio vivo donde cada planta, cada piedra y cada corriente de aire guarda la memoria de quienes caminaron antes.
Entre esas voces, una resuena con fuerza: la abuela Blanca Nieves, sabedora, consejera espiritual y una de las guardianas más respetadas del Cabildo Muisca de Suba.
Su palabra fluye pausada, con la precisión de quien aprendió escuchando la tierra. Su testimonio reconstruye su propia vida, pero también la historia de un pueblo que ha resistido a la urbanización, al silencio y al olvido, manteniendo vivas sus prácticas espirituales y su conexión con la naturaleza.
El origen de la memoria ancestral de Blanca Nieves
La infancia de la abuela Blanca Nieves no está formada por recuerdos aislados, sino por un tejido continuo donde familia, comunidad y territorio se entrelazan. Creció rodeada de mayores que enseñaban sin necesidad de alzar la voz, que mostraban qué planta cortar y cómo agradecer antes de tomarla, que repetían que el monte no es un recurso para usar, sino un ser vivo con el que se dialoga.
Sus primeras lecciones espirituales no nacieron de ceremonias elaboradas, sino de la vida cotidiana. Aprendió acompañando a su familia a recoger plantas, observando el vuelo de las aves para entender los mensajes del entorno, escuchando el viento como quien escucha a un maestro y encendiendo el fogón con cuidado, “sin apagarle el espíritu”, como decían los mayores, o como pueden escucharlo de ella en el siguiente video:
Un día escuchó una frase que se quedó grabada en su memoria y que marcaría el rumbo de su vida: “Si uno no pide permiso, la planta no cura.” A partir de ese momento comprendió que la medicina tradicional no era solo conocimiento, sino relación y respeto. Ese fue su primer llamado, la puerta de entrada a un camino que más adelante abrazaría por completo.
La conexión con la tierra a través del territorio muisca
El territorio Muisca de Suba no es un espacio físico, sino un ser que habla. En sus palabras, el monte, el agua, los animales y el viento son maestros que acompañan y orientan.
Su aprendizaje llegó caminando. En sus recorridos diarios por los senderos que conectan casas y espacios comunitarios, la abuela observaba señales: el movimiento de las plantas, el vuelo de un pájaro, el cambio en el clima. Nada era casual. Todo era mensaje. Los mayores repetían que “el territorio habla a su manera”, y quienes prestan atención encuentran respuestas que ningún libro puede dar.
El origen espiritual de su camino en la medicina
Cuando se le pregunta cómo inició su camino como sabedora, Blanca Nieves no asegura que lo eligió. Por el contrario, explica que fue un llamado silencioso que los mayores de su comunidad supieron reconocer antes que ella misma. La observaron crecer y notaron en ella cualidades que no se enseñan en un solo día: el respeto profundo por las plantas, la sensibilidad para escuchar los mensajes del territorio, el cuidado con la palabra y la capacidad de acompañar a otros en momentos importantes.
Gracias a estas señales, los mayores comenzaron a confiarle pequeñas responsabilidades que, con el tiempo, se transformaron en parte natural de su vida cotidiana. Fue entonces cuando aprendió a distinguir plantas para aliviar el frío, plantas para limpiar energías estancadas y plantas que ayudan a equilibrar el espíritu. Cada aprendizaje llegaba de la mano de una observación paciente y de la guía constante de quienes habían caminado el territorio antes que ella y en el siguiente audio podrás escuchar a Blanca Nieves hablar de sus ancestros:
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De esos años conserva una enseñanza que repite con firmeza, pues resume el corazón de su camino: “Uno no es sabedor porque hace medicina. Uno es sabedor cuando la planta lo reconoce y le entrega su mensaje.”
Para Blanca Nieves, la sabiduría no proviene de acumular conocimientos, sino de establecer una relación auténtica y respetuosa con el territorio y sus seres.
Ceremonias y vida comunitaria
Dentro del Cabildo Muisca de Suba, Blanca Nieves cumple un rol esencial en ceremonias, siembras, celebraciones espirituales y encuentros comunitarios. Su palabra abre el espacio y le da sentido. No busca protagonismo: acompaña.
Su manera de orientar es clara: hablar despacio, repetir lo necesario, unir enseñanza con ejemplo, recordar historias antiguas para que los jóvenes no olviden sus raíces.
Durante momentos clave del calendario muisca, es ella quien recuerda que la espiritualidad no es algo excepcional, sino una manera diaria de caminar la vida.
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La medicina tradicional muisca: plantas, intención y memoria viva
La abuela Blanca Nieves explica que la medicina tradicional no puede entenderse como una simple receta ni como un remedio aislado. Para ella, cada práctica es un encuentro espiritual donde intervienen la persona, la planta y el territorio. Es un diálogo que ocurre en silencio, con respeto, y que solo funciona cuando existe conexión genuina entre esos tres elementos.
Dentro de los saberes que conserva se encuentran varias prácticas que ha aprendido y transmitido a lo largo de su vida. Entre ellas están las infusiones que alivian dolores y resfriados, las limpiezas con plantas aromáticas que ayudan a armonizar energías, los baños espirituales que equilibran el cuerpo y el pensamiento, y los ungüentos naturales elaborados con hierbas y aceites que acompañan procesos de sanación física y emocional.
Cada preparación tiene su propio tiempo y su propia intención. Nada se hace por hacer: las plantas se recogen cuando corresponde, las palabras se dicen con cuidado y la intención guía todo el proceso. La abuela insiste en que la medicina tradicional no se opone a la medicina occidental. Son caminos distintos que pueden complementarse, siempre que la persona mantenga una conexión consciente consigo misma y con el territorio que la rodea.
Enseñar desde la palabra
Su herramienta principal para transmitir saberes es la palabra. No necesita libros, cuadernos ni manuales para enseñar; su conocimiento fluye de manera orgánica, tal como lo aprendió de los mayores. Enseña caminando por el territorio, conversando mientras avanza el día, observando lo que pasa alrededor y deteniéndose cuando una planta, un aroma o un cambio en el viento abre la puerta a una explicación. Para Blanca Nieves, hablar no es repetir instrucciones: hablar es entregar memoria.
Ella insiste en que la palabra tiene un peso espiritual. No es solo sonido: es intención, es raíz, es una forma de cuidar lo que los abuelos dejaron. Dice con frecuencia que quien escucha con atención guarda el conocimiento “en el corazón, no en un papel”. Por eso no apresura las enseñanzas ni las entrega todas de una vez. Cada persona, afirma, aprende cuando está lista, cuando su espíritu puede recibir el mensaje y comprenderlo sin confusiones.
También recurre a las plantas como maestras silenciosas. Les habla de aquellas que llevan generaciones acompañando a la comunidad, de las que solo deben cortarse en ciertos momentos, de las que se usan para aliviar el cuerpo y de las que ayudan a calmar el pensamiento. Las plantas, explica, tienen memoria y reconocen a quienes las tratan con respeto. Por eso, cada vez que cuenta una historia, señala que no basta con aprender sus nombres: hay que aprender a escucharlas, observarlas y sentirlas.
En sus palabras, enseñar no es un acto formal, sino un acto de amor por el territorio. Es mantener viva la memoria colectiva, fortalecer el camino de quienes vienen detrás y asegurar que la tradición no se pierda en medio del ruido de la ciudad. Para Blanca Nieves, la palabra es el puente entre lo que fue, lo que es y lo que sigue.
Caminar el territorio en tiempos de cambio
Blanca Nieves reconoce que el territorio ha cambiado por la urbanización, las construcciones y las dinámicas de la ciudad. Pero insiste en que la memoria sigue viva.
Su resistencia no es confrontativa: es espiritual. Consiste en mantener la palabra, practicar la medicina, caminar el territorio, enseñar a los jóvenes. Para ella, la identidad muisca no desaparece, sino que se transforma y se adapta sin romper su raíz.
Blanca Nieves, puente entre generaciones
La abuela es un puente entre quienes caminaron antes y quienes comienzan a buscar su historia. Su presencia en el Cabildo Muisca de Suba es símbolo de continuidad, identidad y memoria viva.
Su sabiduría no se presenta como algo heroico, sino responsable: recordar, acompañar, enseñar. Su vida demuestra que la espiritualidad no es un conocimiento aprendido, sino un camino que se recorre todos los días.
Un testimonio que permanece
El relato de Blanca Nieves es más que una crónica personal. Es un recordatorio de cómo se vive la espiritualidad indígena, cómo se guarda la memoria y cómo un territorio puede ser maestro.
Ella es guía, cuidadora, voz que acompaña. Una memoria que camina. Una mujer que recuerda que la tierra tiene espíritu y que escucharlo puede ser una forma de sanar.
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