Redactado por: Laura Camila Roberto Acosta.
Jaime Garzón oriundo de la capital colombiana, (24 de octubre 1960) fue un abogado, comediante, político, actor, estudió derecho en la Universidad Nacional de Colombia, su ingreso al mundo político lo ejerció como alcalde menor de sumapaz, Garzón quería imponer un movimiento diferente a lo cotidiano, en pocas palabras, proponer, trabajar y crecer.
Por consiguiente, priorizo la construcción de un centro de salud, mejoró las escuelas para potencializar la educación y pavimento la calle del pueblo, años más tarde Jaime entraría al mundo de los medios, donde se daría a conocer por los colombianos y se convertiría en un referente.
Sus personajes marcaron la historia de la época de los 90 en Colombia, sus frases siguen tan vivas como su recuerdo, Garzón quería que sus palabras sirvieran para el futuro, algo parecido a una constitución, pero con su manera radical de luchar por un país justo. Fue el 13 de agosto de 1999 cuando la esperanza de un país fue apagada, la voz de Jaime fue silenciada, al caer la noche el periodista César Augusto Londoño se refirió a Colombia como “un país de mierda”, la única luz de esperanza que tenía colombia fue apagada por paramilitares, solo quedó el recuerdo de sus valiosas frases que hoy día son usadas como escudo de fuerza para pelear y luchar con las adversidades que se vive en el país.
Jaime era partícipe de que los jóvenes deberían de luchar por el país en el que vivían, fue por ello que antes de morir inundó a miles de personas con frases como “Todavía le hacemos la venia a los que manejan el poder, sin asumir que el estado es nuestro” y la frase “A mí me gustaría no morir, no morir en la historia, pero creo que es un reto muy grande y además, muy ambicioso” finalmente cumplió con su reto, murió, pero no en la historia de un país marcado por la violencia, pero camuflado por su grandeza e inteligencia.
Ya son 25 años desde que Jaime Garzón fue asesinado, pero será por décadas recordado como el irreverente e inesperado hombre que dio el paso que se proclamaba para que los colombianos no se dejaran manejar, si no, direccionar el país por sí mismos, con inteligencia y astucia.